Diógenes de Sinope fue un filósofo griego que presumía de guardar todo lo que le parecía necesario. A este modo de pensar se le denominó con el tiempo “Síndrome de Diógenes”, que consiste en el abandono personal y social, así como la acumulación en el hogar de grandes cantidades de basura, pensando que, en algún momento, va a ser necesaria para algo.
Los individuos que sufren este trastorno tienen, por tanto, como principal característica la ausencia de higiene personal, así como la falta de limpieza en el hogar.
Los que ya contamos con una cierta edad, hemos visto como Barbate tenía durante el año cuatro eventos puntuales, que consistían en la Semana Santa, Fiestas del Carmen, Sardinada y Navidades, ya que el Carnaval no comenzó a celebrarse hasta la segunda mitad de la década de los setenta.
Incluyo esta reseña para comparar la situación de entonces con la actual. A lo largo de un año, en nuestra localidad se empieza a recibir los próximos 365 días a ritmo de zambombá, para enganchar, casi sin respiro, con pasodobles y cuplés. Poco después, nuestro escudo toma vida haciendo que las almadrabas entren en ebullición para surtir al mundo del pescado por excelencia: su majestad el atún.
Degustando este exquisito manjar, vamos recibiendo al deseado verano, pasando antes por citas como la Velada Flamenca, Feria del Libro (que ojalá se quede para siempre, con su Faro de las Musas), Cruces de mayo en el, cada vez más bonito, casco antiguo, además de rutas y celebraciones con el protagonismo de nuestros particulares y sabrosos túnidos.
Ya con el sol instalado en su personal balcón, los eventos se multiplican hasta dejar a la otrora reina -la Feria del Carmen- arrinconada, casi convertida en una simple velada. El ya popular, pese a las reticencias iniciales, Cabo de Plata, incrementa notablemente la población, llenando de alegres notas musicales todos los rincones de nuestro paraíso. Otra novedad singular que parece también tomar cierta popularidad es la concentración de gastronetas con comidas típicas de otros lugares. Yo, que podría estar toda la vida alimentándome de atún, caracoles y boquerones, no soy muy partidario de cambiar a otras especialidades, aunque, como reza el dicho, para gustos los colores.
Queda demostrado sobradamente que los tiempos cambian y el número de visitas a nuestra localidad crece a ritmo vertiginoso. A mí, que, como sabéis, llevo ya bastante tiempo fuera, me encanta ver como mi pueblo es loado y venerado por cada vez más voces. Y esto es lo que, por fortuna, pasa actualmente, ya que corren tiempos de bonanza que, seguro, llenan de alegría a tod@s l@s barbateñ@s.
El problema llega cuando esas alabanzas vienen acompañadas de un molesto “Sí, pero…”.
Si la gente viene a visitar el pueblo y todos nos vanagloriamos de ello, lo menos que puede hacerse es tener todos los rincones con una limpieza y pulcritud que roce la perfección, pero eso no pasa en Barbate, donde los contenedores parecen montañas de basura, que inundan al pueblo con su nauseabundo hedor.
Para presumir de una casa, hay que tenerla limpia, y es mucho más importante el dinero destinado para este fin que el que se gasta en contratar asesores y/o consejeros.
La desidia en este problema hace que corra peligro de enquistarse, con las consiguientes consecuencias negativas para el pueblo y sus habitantes.
Espero que tanta basura acumulada no sea porque alguien piense como Diógenes y la guarde por si sirve de algo en cualquier momento, Porque ahora, señores encargados de solucionar este problema, sólo sirve para molestar a los ciudadanos, así que hay que actuar de inmediato y extirpar este molesto mal.
