El novelista y académico se llevó ayer al territorio de los inmortales el enésimo galardón de su dilatada y laureada carrera literaria: el del unánime reconocimiento social, institucional y popular recogido a lo largo del último día y medio, y lacrado esta mañana con un emotivo y masivo funeral.
La herreriana catedral de Santa María, de trazo austero pero de sólida factura como la prosa de Delibes, albergó el último tributo a quien “nos enseñó a mirar”, como reza la dedicatoria de una de las centenares de coronas de flores a él dedicadas y firmada por Pacífico Pérez, protagonista de La guerra de nuestros antepasados.
“No sólo Valladolid tiene en él a su novelista más emblemático, sino España entera y también la amplia comunidad de hispanohablantes”, reflexionó durante su homilía el administrador diocesano de Valladolid, Félix López Zarzuelo, delante de los siete hijos del escritor.
La vicepresidente primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, y la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, también escucharon por boca del sacerdote la “reiterada condena al aborto” y la defensa “de cualquier brizna de vida humana” que siempre caracterizó a Delibes, y a una obra donde nunca ocultó la “dimensión trascendente del hombre y su relación con Dios”.
El celebrante se hizo eco de la “deuda impagable” contraída con un periodista y narrador “a quien no sólo debemos un sólido manejo del idioma, sino también el haber puesto su talento al servicio de la verdad desde su encarnación en el humanismo cristiano”.
Se preocupó del hombre desde la infancia (El príncipe destronado) y la adolescencia (El camino); se ocupó de la promoción de la mujer (Cinco horas con Mario); abordó los valores de la familia (Mi idolatrado hijo Sisí); no olvidó a los más desfavorecidos (Los santos inocentes); ensalzó la sabiduría del mundo rural (El disputado voto del señor Cayo) y apeló a la concordia con quienes piensan distinto (El hereje), dijo.
Al finalizar la Eucaristía, desde el mismo altar, el primogénito de Miguel Delibes, el biólogo del mismo nombre, agradeció las numerosas pruebas de afecto que ha recibido la familia y la figura de su padre, “que en los últimos tiempos tenía más ilusión en la otra vida que en ésta”, según reconoció.
Centenares de personas aguardaron en el atrio y en calles adyacentes al ataúd con los restos mortales del escritor para darle un último saludo.
Entre el viernes y ayer unas 20.000 personas mostraron sus respetos a Delibes en la capilla ardiente instalada en la Casa Consistorial y desde donde, este mediodía, partió el cortejo fúnebre en medio de un impresionante fervor popular.