Publicaciones del sur me abrió sus puertas al mismo tiempo que lo hacía el Congreso de los Diputados. Un camino acompasado, que me ha ayudado a relatar mi versión del día a día en la Cámara Baja, en una cita inexcusable que hoy releo en este blog que ya supera el medio centenar de entradas, como se ojea el álbum de fotos familiar. Un personal diario de sesiones que he dejado en el abandono varias semanas, incapaz de acudir al encuentro de los lectores, desatendiendo a la amiga Del Toro, que aguanta mi aceleración y mis cambios de última hora de forma estoica, siempre con una sonrisa.
En esta época de barbecho, comenzaba a escribir sobre algún escándalo de actualidad, cuando ya teníamos otro encima de la mesa. Mis torpes líneas quedaban anticuadas antes de que pudieran ver la luz, dando sentido al dicho “no hay nada más viejo que el periódico de ayer”. La inmediatez de la política actual supera, desgraciadamente con creces, a la noticia. Recibía nuestro Estado de Derecho tantos golpes seguidos que no me permitía responder a ninguno. Un buen gancho, las trágicas consecuencias de la caprichosa ley del sí es sí, que rebaja las condenas a los agresores sexuales, un crochet imbatible a la separación de poderes, proponiendo a un ministro para el TC nombrado por el propio Sánchez -¿De quién depende la Fiscalía? - y un espectacular uppercut con la práctica eliminación del delito de sedición y malversación, para ceder ante el chantaje de sus socios independentistas.
Ha sido este último golpe de conejo el que ha hecho poner en guardia a un exvicepresidente de Gobierno. Alfonso Guerra se siente decepcionado y preocupado, exactamente igual que yo y que tantos y tantos demócratas.Tras sus declaraciones, Page, más tarde Lamban, y algún otro socialista han alzado la voz desatándose de sus mordazas. Ahora lo que se espera es que este sentido de Estado se extienda en las bancadas socialistas en la próxima votación en el hemiciclo. Que demuestren con su voto que ninguna malversación es buena. Porque esta indigna enmienda de Sánchez no solo blanquea a los delincuentes que usaron nuestro dinero para otros fines, sino que, además, tira por tierra el esfuerzo de varias generaciones para desarrollar un sistema transparente de la gestión del dinero público.
Los andaluces somos expertos sufridores del delito de malversación: casi mil millones saqueados de las arcas públicas que impidió a miles de parados de nuestra tierra incorporarse al mercado laboral. Pero también, somos expertos en hacer frente a las adversidades o como diría Rocky Balboa en “todo campeón fue una vez un aspirante que se negó a rendirse”. Los que piensan que van adejar noqueado a nuestro sistema democrático y de derechos, pueden ir tirando la toalla.
