A cuatro meses de darle el 'sí quiero' a Íñigo Onieva, los preparativos de su enlace ocupan todo el tiempo que Tamara Falcó no está cumpliendo con alguno de sus compromisos profesionales. Son muchos los detalles a ultimar y, a pesar de que ya tiene la fecha y el lugar -se casará en el palacio El Rincón el 8 de julio-, su vestido de novia -un diseño de 'Sophie et Voilà' que como ha desvelado no es lo que la gente espera y muchos no lo van a entender-, el encargado de hacer el menú -el prestigioso chef Eneko Atxa, cuyo resturante Azurmendi tiene tres estrellas Michelín- o la lista de regalos de boda -en la exclusiva tienda A-típica- todavía tiene que concretar aspectos como la decoración floral, su primer baile como recién casados o la luna de miel.
Un listado interminable de preparativos que podrían haber pasado factura a la hija de Isabel Preysler, a la que vimos con rostro cansado acudir a la Clínica Ruber de Madrid en solitario. Después de varias horas en el interior, en las que al parecer se habría sometido a una revisión rutinaria para comprobar que todo marcha a la perfección, la marquesa de Griñón abandonaba el hospital con una mascarilla quirúrgica bajo la que se adivinaba una ligera sonrisa tranquilizadora.
Sin gota de maquillaje y con una sencilla coleta, Tamara apostó por un look cómodo e informal para su 'cita' con el médico -sobre la que prefirió no dar ningún detalle- con pantalón ancho en color marrón, jersey gris, abrigo de paño azul marino y zapatillas deportivas.
Muy discreta, y siguiendo la tónica de los últimos días, tampoco se ha pronunciado sobre la demoledora entrevista póstuma de Laura Boyer, en la que ha arremetido contra su madre tachándola de 'posesiva', 'fría' y 'calculadora', ni ha confesado qué le parece que la familia de la hija de Miguel Boyer y Elena Arnedo haya ignorado a su hermana Ana Boyer en la esquela de la fallecida.