Rosa Belmonte, columnista de grupo Vocento, llama a Yolanda Díaz la ministra del extraño prestigio acertadamente. Habla bajito, algo muy valorado por parte de la opinión pública, y su discurso, pese a estar impregnado del dogmatismo recalcitrante del Partido Comunista de España, al que pertenece, parece moderado. Marca distancias con sus compañeros de Unidas Podemos, e incluso disputa el liderazgo del artefacto político de Pablo Iglesias a la chita callando (algo muy valorado también por parte de la opinión pública), y tiene capacidad de negociar con sus compañeros del PSOE (algo muy valorado también por parte de la opinión pública), lo último, la reforma de las pensiones. Todo ello hace pensar que la vicepresidenta segunda del Gobierno de España y ministra de Trabajo tiene más poder del que realmente detenta.
En su descargo, hay que reconocer que la propia Yolanda Díaz reconoce sus limitaciones. El viernes lo hizo en Cádiz. La ministra visitó Cádiz tres años y pico después de su nombramiento en el Gabinete de Pedro Sánchez. El alcalde, José María González, Kichi, le había solicitado que se trasladara hasta la capital en reiteradas ocasiones. La primera vez, en plena crisis por la huelga del metal, con las tanquetas en la calle y la épica arenga del alcalde a los huelguistas. Yolanda Díaz justificó las polémicas palabras del primer edil contra la actuación policial y que solo España hubiera vuelto la cabeza hacia la provincia cuando los manifestantes prendieron fuego a las calles. Pero no incluyó Cádiz en agenda hasta la semana pasada, en la que participó en unas jornadas organizadas por CCOO sobre igualdad y empleo en el Aula Magna de la Facultad de Filosofía y Letras y, posteriormente, en una reunión con el primer edil y representantes de los sindicatos para abordar la situación de la industria y, más concretamente, de la empresa auxiliar. Ante los micrófonos, Yolanda Díaz se mostró como una simple mortal desde el principio, al excusar que haya tardado casi toda una legislatura en pisar la provincia con más paro de España por su “agenda superlativa”. Y, posteriormente, tras expresar su apoyo en general al sector, recordó que no tiene competencias para resolver sus problemas porque no es la ministra de Industria. Agua de borrajas.
Al mismo tiempo, a un puñadito de kilómetros, María Jesús Montero, responsable de Hacienda, anunció en el astillero de San Fernando la creación de 1.500 empleos nuevos empleos para Navantia, 700 de ellos en la Bahía de Cádiz. La dirigente socialista no solo contraprogramó a su compañera, sino que quiso hacer ostensible que es Pedro Sánchez quien manda. La guerra entre los socios de Gobierno es total y el PSOE la va ganando. En clave local, uno se pregunta si quizás el alcalde y los propios sindicatos (los minoritarios, la verdad, porque CCOO y UGT, en la práctica, reclaman a Montero como interlocutora), no han estado llamando a la puerta equivocada durante todos estos años. Kichi celebraba que la ministra se había llevado la radiografía exacta de los males de nuestra tierra. Como el ministerio de Yolanda Díaz funcione como el SAS, estamos apañados, alcalde, para recibir el tratamiento.
