La historia se repite con una anodina corrida más de la Prensa. Un festejo que tradicionalmente no funciona. Un tostonazo de corrida.
Fue culpa de los toros, que no dieron opción. Pero salvo El Juli en su primera faena, tampoco los toreros se pueden ir de rositas.
Tarde de lo más anodina por culpa de todos. Y eso sin buscar responsabilidades en los organizadores, que han vuelto a tropezar en la piedra de la incongruencia y el despropósito, acomodando una vez más el desarrollo de la corrida a las exigencias de las figuras.
Cada uno de los tres diestros ha traído su lote de dos toros, que han ido saltando al ruedo sin respetar el orden de antigüedad de las ganaderías. Una barbaridad. Y en Madrid.
Dicho queda que fue El Juli la única excepción en la tarde, por actitud y talento en el toro de La Quinta que abrió plaza. Toro noble pero excesivamente soso, sin ninguna transmisión. Las fuerzas muy justas, embestía casi andando, tragándose los muletazos de uno en uno, y para ello había que perderle también al menos un paso entre pases.
El Juli lo entendió a la perfección, haciéndolo poco a poco a base de medirle mucho las fuerzas. Muletazos aislados al principio alternando las dos manos con suavidad y mimo. Y por fin, con el toro ya apuntalado, una tanda a derechas bajándole la mano, llevándole muy sometido y obligándole hasta muy atrás. Ahí rompió la faena. fue la hondura.
Lo demás hasta el final, en ese aire. Estuvo El Juli sentido, pausado, gustándose y gustando mucho. Pulseó también lo justo para fijar y seguir tirando de una embestida cada vez más perdida y cansina. Los remates por bajo, los pases de trinchera y un cambio de mano por delante tuvieron su aquel. Una delicia de toreo.
Pero llegó la hora de matar y aquello se precipitó por el abismo del fracaso más descomunal. ¡Hasta nueve agresiones entre espada y descabello necesitó el hombre para deshacerse del animal!
Contada –y cantada, que no tienen porqué doler prendas– la primera faena, el resto del festejo no merece la pena. Bastante con lo que hubo que aguantar en la plaza como para recordarlo ahora. Mansedumbre y sosería, brusquedad y falta de clase, invalidez y cortos recorridos. Ni un toro claro de triunfo. Y enfrente unos toreros sin el mínimo compromiso de arreglar aquello.
El Juli, sin toro en el cuarto, todavía. Pero Perera no pudo, no supo en ninguno de sus toros a pesar de la aparente voluntad, y esto sí que es grave. Y Cayetano, otro al que se le puede disculpar por su descompuesto primero, pero no en el sexto. Que cuando un toro se mueve, la chispa que le falte la tiene que poner la figura que está delante, si es figura de verdad. Aunque ayer estaban las figuras de funeral.