El joven diestro toledano Tomás Rufo repitió hoy, tras la lograda en 2022, su salida a hombros por la Puerta del Príncipe de la Maestranza, solo que esta vez lo logró más por la excesiva generosidad presidencial que por méritos reales ante una brava corrida de Jandilla.
La triunfalista dadivosidad del palco se centró concretamente a la muerte del tercero de la tarde, un bravo y emotivo toro de la divisa azul del que concedió a Rufo dos orejas a todas luces excesivas, a tenor de lo realizado en su crispada faena de muleta.
Cierto que el machego le puso decisión al asunto, desde que la abrió con las dos rodillas en tierra, pero desde entonces al trasteo a tan excelente ejemplar, que repetía entregado y sus hondas arrancadas, le faltó un mayor punto de fluidez y de soltura, y le sobró tensión y brusquedad los embroques
Con todo, como ha pasado con otros muchos bravos en esta misma feria, el toro puso gran parte de la emoción de encuentro en el que el movimiento continuo del empalme de los pases alegró lo suficiente euforia al amable tendido de hoy para que se pidiera esa segunda oreja que la presidencia, en justicia comparativa, no debió conceder.
Sobre todo porque, por la ley sevillana del "dos más una", a Rufo le bastaba con pasear luego la del quinto para salir a hombros por ese umbral que Morante atravesó el día antes gracias a un toreo sin punto alguno de comparación.
Y, en efecto, el sexto, otro de los preciosos jandillas del encierro, le puso en bandeja ese triunfo con una profunda clase, y en especial por lado izquierdo superior, aunque el de Toledo no llegara a apurarle, demasiado encimado con el animal y con un muleteo muy atascado, por mucho que a veces lograra redondear y alargar los pases desde el refugio de la pala del pitón.
El hecho es que, con otra estocada volcándose, Rufo supo amarrar ese barato triple que le valió la "foto-finish" en el paseo de Colón e igualarse con Morante... en la estadística.
Aun así, todo eso fue lo más destacable de un festejo marcado por la resaca de la antología taurina de la víspera: hubo incluso infructuosos amagos de competencia capotera, en tanto que a José María Manzanares volvió a írsele otro lote de bravura y nobleza suficientes para poder haber acompañado a Rufo en volandas de los costaleros profesionales.
Y es que si el primero fue bravo y el cuarto, aunque justito de fuerzas, tuvo calidad, el de Alicante trató a los dos con muy similares desajustes: con la muleta más de pantalla defensiva del torero que de timón para el toro, sin mando con uno y sin pulso con el otro, en faenas plagadas de plomizas pausas.
El lote con menos opciones fue el de Pablo Aguado, ya que tuvo que enfrentarse a un sobrero rajado desde que salió del caballo y un quinto también con clase pero de escaso fondo, al que no ayudó mucho que se lo sacara a los medios tras un clásico y templado inicio de faena con ayudados por alto y elegantes remates.
Allí intentó Aguado torearlo con naturalidad, sin forzarlo ni forzarse, pero, entre dudas de ambos, la faena acabó muy pronto por desmontarse.
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FICHA DEL FESTEJO:
Seis toros de Jandilla, el segundo como sobrero, con trapío y de muy finas hechuras, y de muy buen juego en conjunto, salvo el sobrero, rajado. Primero y tercero desarrollaron una bravura más entera y emotiva, mientras que el resto, aun medidos de fuerza, mostró clase y profundidad en las embestidas.
José María Manzanares, de marino y oro: estocada desprendida (ovación tras aviso); cuatro pinchazos y estocada tendida (silencio).
Pablo Aguado, de corinto y oro: estocada honda desprendida (silencio); pinchazo y estocada trasera (silencio).
Tomás Rufo de tórtola y oro: estocada delantera desprendida (dos orejas); estocada delantera desprendida (oreja). Salió a hombros por la Puerta del Príncipe.
Entre las cuadrillas, destacaron las bregas de Diego Ramón Jiménez y Diego Vicente, que también saludó en banderillas, como Juan Sierra, Andrés Revuelta y Fernando Sánchez.
Undécimo festejo de abono de la feria de Abril, con más de tres cuartos del aforo cubiertos (unos 9.500 espectadores), en tarde de calor.