Daniela, la dulce Daniela, decidió leer toda la propaganda electoral que los partidos depositaron en el buzón de la casa de su madre. A punto de cumplir ocho años, sabe que no tiene derecho al voto, e intuía que lo que encontraría en los papelotes le era ajena a sus intereses de niña, aun siendo una niña curiosa, con prisas por desentrañar los secretos de la vida adulta. Quiso jugar a ser mayor y dio por sentado que, lo normal antes de decidirse por una papeleta, era leer toda la propaganda electoral que los partidos depositaron en el buzón de la casa de su madre. Daniela pasa horas en la redacción y hojea lo que escribe su padre porque le hace gracia (aunque no la tiene y tiene claro que no seguirá los mismos pasos) su profesión, de ahí su interés, digo yo. La cuestión es que ha concluido, con esa candidez infantil que dios le guarde durante muchos años, que la cita con las urnas se dirime en el ámbito de las ideas y las propuestas y no en el fango. No soy yo el que se lo explique ahora. Y haré lo imposible porque este artículo no caiga en sus manos. Cómo demonios le voy a contar que estas elecciones están marcadas por la presencia de etarras en listas de Bildu. O que en diferentes puntos de España, con Melilla como lugar destacado, se investiga la compra de votos por correo. O que en un pueblecito pequeño de Andalucía se ha llevado a cabo un intento de secuestro de una concejala con una presunta trama de corrupción urbanística de por medio, con Tinder, cocaína y la acusación a un peso pesado del PSOE como aliño de un episodio que podría haber dirigido Berlanga. O que yo mismo he sido señalado públicamente por algún aspirante a teniente de alcalde solo por trasladar información con todo el rigor que exige la profesión. Que hay políticos que cantan en IG o azuzan el odio para conseguir apoyos.
La democracia es una cosa muy seria. La ciudadanía, también. Daniela, a punto de cumplir ocho años, ya lo sabe. Llegado el momento, trataré de que no se desengañe. Tarea complicada. Pero es obligación que asuma la responsabilidad de defender la seriedad de la democracia y la ciudadanía con espíritu crítico, informándose, cuestionando lo que le dicen, conociendo sus deberes y sus responsabilidades, distinguiendo el grano de la paja, el ruido de lo mollar, advirtiendo las trampas y los vicios de la partitocracia, ejerciendo la participación activa, mojándose, sin miedo, sin prejuicios, con la libertad como guía.
A saber qué elecciones le tocan cuando pueda votar a los 18, dentro de diez años. A saber si su padre conservará la salud (aunque al ritmo que voy, entre cigarrillos y rutinas laborales, lo mismo no llego a las próximas generales). A saber si España no ha derivado para entonces en un régimen restrictivo, populista, autoritario, como las grandes potencias, países importantes de Europa, casi toda Latinoamérica, nuestros referentes. Pero confío en que entonces, ambos aprovechemos el día de reflexión para intercambiar opiniones, llevarnos la contraria, aportar argumentos, razonar nuestras convicciones, debatir mirándonos a los ojos, en definitiva, con los zapatos sin una pizca de barro.