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Notas de un lector

Y será para siempre

“18 ciervas” (Bartleby Editores. 2023) es el nuevo poemario de Rosana Acquaroni

Publicado: 30/05/2023 ·
09:42
· Actualizado: 30/05/2023 · 09:42
Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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Como celebración de la desventura y la ebriedad, del infortunio y la dicha, se despliega “18 ciervas” (Bartleby Editores. 2023) el nuevo poemario de Rosana Acquaroni (1964).

Cuatro años después de su última entrega, La casa grande” -premio “Libro del Año de 2019” otorgado por el Gremio de Editores- la poetisa madrileña da a la luz un volumen que rememora en sus adentros las pasiones y desengaños del amor. Y lo hace, desde la clarividencia de lo vivido, desde la frontera de la experiencia. El yo lírico afila la acordanza para remontar hasta el nuevo germen de un alma que no sea, de nuevo, fragmento, jirón amargo. El paso del tiempo parece mitigar lo acontecido y, sin embargo, no hay complacencia, sino estremecimiento en estado puro: “Yo soy la cierva que duerme/ con los ojos abiertos/ sin ver la tempestad./ Supe que estaba guarecida y hueca al mismo tiempo./ Soy la nave/ que arrojó por la borda/ el aparejo para no retornar”.

Las deshoras de la luz se aúnan con las esperanzas de lo venerado, el temor de la raigambre conjuga con la herida del para siempre y, entre tanto, hay una mirada común, una cadena solidaria que se anuda a todo aquello que se hace insomne e incesante. Al cabo, los espacios que va recorriendo su discurso son también las huellas que brindaron la calima y el aguacero de la vida misma. Y así, sin esquivar la urgida vocación de la melancolía, su lengua se torna lámpara y leyenda encendidas: “A veces el amor entra en una caverna. / A tientas se estremece/ como un eco de lluvia/ que deshojara lento su retorno (…) El amor es regreso/ roto cuenco de pájaros que presiente su fin (…) Mi rostro despuntando en la penumbra./ Tu boca reticente/ que se duerme en mi pelo”.

Para aprender a ver el mundo, para aprehender la transparencia de las cosas, Rosana Acquaroni se ofrece refugio, se cobija alma adentro para arder y soñar frente a una esfera donde circulen sus miedos, sus anhelos. O lo que es los mismo, la sed de su mañana. Porque bien sabe que “la mochila que cargas/ va repleta de escombros”. Pero también, va repleta de asombros, de nombres, de promesas, de misterios, de cristales, de silencios, de retornos: “Desandar galerías/ cuando no haya más ciervas/ que cumplir. / Ese día, mi amor,/ regresaremos/ y será para siempre”.

Dejó escrito Terencio que“para el poeta nada humano es ajeno a su terrenal captación y repercusión”. Y, al hilo de estas páginas, la voz que aquí se hace cántico, se ausculta a sí misma y reúne resonancias ajenas,propias y trascendentes. A través de plásticas imágenes, deconnotativas emociones, su interior se sacude, se repliega, se invade de principio a fin de su esencial origen. Y, de todo ello, deriva un conjunto lirico pleno de sugestiva turbación, de honesta emotividad: “Verte leer me gusta/ y aunque me despidiera/ de tus manos/ para siempre,/ las seguiría viendo/ sostener cada página/como si sujetaras la cabeza/ de una recién nacida”.

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