Lala Prieto prometió un Pregón “sin trampa ni cartón” y fue fiel a su promesa, mostrándose tal y como es y entremezclando en su justa medida pasajes emotivos y comprometidos con otros bastante más distendidos. El suyo no fue un Pregón “feminista” -una expresión que ella misma había rechazado en las vísperas-, pero sí el de una mujer que ha asistido desde el seno de las cofradías a la progresiva normalización de cuestiones de género que hasta hace apenas unas décadas parecían tabúes.
El acto en sí comenzó con un ligero retraso, ya que la Banda Municipal de Música de Jerez inició la interpretación de ‘La Estrella Sublime’ cuando pasaban ya nueve minutos del mediodía. Acto seguido se levantaría el telón, mostrando un escenario presidido por la cruz de carey de Jesús Nazareno enmarcada en dos maceteros de rubias palmas. Sonó ‘Rocío’ y justo después llegaría el turno del hermano de la pregonera, Luis Prieto, que fue el encargado de presentarla.
Los compases de ‘Cristo de la Expiración’, de Germán Álvarez Beigbeder, fueron los encargados de preludiar el inicio en sí del Pregón, que como tal comenzó a las 12.34 horas. Lala Prieto tuvo un emotivo recuerdo a su madre, al que sumó un agradecimiento a todos quienes pusieron “confianza ciega” en su persona para anunciar la llegada de la Semana Santa de Jerez.
Y casi sin tregua ya empezó a mostrarse tal cual es. Lo primero que hizo fue recordar la historia de aquella niña a la que no dejaron ser monaguilla a pesar de su empeño, porque allá por los años ochenta aquello tocaba “vestirse de princesa o de hada” porque el hábito nazareno quedaba reservado a los niños. Ya de adolescente supo que había una hermandad “que por vieja era moderna”, la de Jesús Nazareno, de modo que fue allí donde “la niña que no quiso ser princesa” vivió por fin la experiencia de iluminar el paso de sus titulares.
Luego llegó el decreto del primer obispo de Asidonia-Jerez, Rafael Bellido Caro, que a principios de la década de los noventa igualaba a hombres y mujeres y permitió que la pregonera vistiera también la túnica de su Hermandad de la Borriquita.
Justo después dedicó un romance a los niños que nunca llegaron a nacer. “Dime tú, María, dime que están en el cielo. Dime que no los olvidas, que tocan los sonajeros esos ángeles en sus cunas, que los mecen las abuelas y les hacen carantoñas”. Ese fue sin duda uno de los pasajes más conmovedores de un Pregón que, a renglón seguido, cambio radicalmente de tono al evocar Lala Prieto aquella su primera experiencia de madre de pequeños nazarenitos.
No faltó tampoco el recuerdo a su padre, que tuvo “como religión, ave maría y credo” dos cosas en la vida: el Cristo de la Expiración y el capote de Rafael de Paula. También estuvieron presentes en Villamarta esos “planes de Dios” que a veces no se entienden. “Hay que seguir costalero, regalando una sonrisa, hay que seguir adelante y llegar hasta la cima. Hay que seguir en el llanto, y hay que seguir en la risa. Hay que seguir costalero, aunque no entendamos nada, con la esperanza bendita, Esperanza de la Yedra, la de la mirada más limpia”, ese fue el recuerdo de Lala Prieto a la memoria de Pablo Sampalo y a “todos esos pablos que nos miran desde el cielo”.
La pregonera no quiso dejarse nada dentro. De hecho, uno de los momentos más celebrados de la mañana fue cuando se refirió a las “muchas caras” que tiene el amor, abordando sin tapujos el que tienen las personas de un mismo sexo y haciendo referencia al Papa Francisco, cuando dijo que todo el mundo tenía cabida en la Iglesia. “Ese es el amor de Dios y eso tienen que ser las hermandades, familias que acojamos, que hagan un cielo aquí abajo, que no vuelvan la espalda ni dejen a nadie de lado. Un amor que nos hace libres no encierra a nadie en los armarios”, concluyó, levantando uno de los aplausos más prolongados de la mañana.
Hubo poco después un canto a Jerez y sus vinos aderezado con un rosario de devociones y de inmediato llegó otro de los momentos más divertidos del Pregón, el que se produjo cuando Lala Prieto evocó su primer encuentro con el obispo, monseñor Rico Pavés, en octubre de 2021 y a propósito de una misa –y posterior desayuno- que debía oficiar en La Salle Buen Pastor coincidiendo con el 50 aniversario de la escuela, de la que en ese momento ejercía como delegada de Pastoral.
Tocó entonces hablar de la Virgen de la Estrella, pero no de la que vemos por San Marcos camino de la Carrera Oficial, sino de esa que quedó para siempre prendada en los corazones de los pequeños alumnos de los centros lasalianos, que día a día añoran su presencia. Quedó el Pregón en suerte para el remate final, que Lala Prieto pareció revestir de testamento vital cofrade para sus propios hijos (“Cuando pasen los años y yo ya no esté contigo, cuando creas que tus pasos te conducen al vacío, cuando el primer azahar te despierte los sentidos…”) y que finalmente dedicó a Jerez.
Eran las 14.18 horas de la tarde del Domingo de Pasión. Un año más se había cumplido el rito de anunciar la llegada de la Semana Santa y esta vez lo hizo una mujer, Eulalia Prieto Enríquez, una niña “que no quiso ser princesa”.