El jurado del premio estaba integrado por José Manuel Caballero Bonald, Pere Gimferrer, Rosa Montero, Darío Villanueva y Elena Ramírez.
Los miembros del jurado, que han adoptado la decisión por “unanimidad”, han valorado que “en un escenario cosmopolita y con recursos verbales magistrales, Elena Poniatowska construye una figura femenina turbadora en la que se encarnan los sueños y las pesadillas del siglo XX”.
En Leonora, Poniatowska describe la vida de Leonora Carrington, pintora surrealista y escritora mexicana de origen inglés, que coincidió en el París de las vanguardias con Max Ernst, Joan Miró y André Breton, así como con otros pintores que acudían a las tertulias del Café Les Deux Magots, como Pablo Picasso o Salvador Dalí.
Carrington, dijo ayer Poiniatowska, se hizo surrealista con Max Ernst, pero tuvo que abandonar París por la Segunda Guerra Mundial y “acabó enloqueciendo cuando Ernst, que era alemán, fue deportado a un campo de concentración”.
Tras dejar París, fue confinada en un manicomio, del que escapó para lograr, tras un breve período en Madrid y Lisboa, llegar a Nueva York, donde conoció a Peggy Guggenheim, antes de instalarse en México.
“Leonora Carrington fue un ser muy solitario, que vivió en el miedo que significa estar internada en un centro psiquiátrico” y esa soledad se acrecentó “al llegar sola a un país, sin hablar su idioma y sabiendo que tenía que vivir de su pintura, pues su padre la había desheredado”, comentó.
Para la escritora mexicana, Carrington no pintaba de manera explícita como los surrealistas, sino que “simplemente pintaba su mundo infantil, su mundo celta, su mundo interior, al igual que le sucedía a la también pintora española Remedios Varo, con la que coincidió en México”.
Carrington mantuvo una amistad estrecha con Remedios Varo, con la que tenía “en común que venían de Europa huyendo de la guerra”.
En cambio, con Diego Rivera y con Frida Kahlo no se hablaba ni nunca se hizo amiga: “Había una división entre los pintores que procedían de Europa y el gran movimiento artístico revolucionario que reivindicaba las grandes gestas a través de sus murales kilométricos, y Leonora prefería estar lejos de los artistas que defendían la pintura a balazos”.