James Cleveland Owens tenía nueve años cuando su familia se mudó desde Oakville, Alabama, hasta Cleveland, Ohio. Formaban parte del millón y medio de afroamericanos que huían de la segregación racial del sur, del trabajo en campos de algodón, del aún reciente estigma de la esclavitud. Aquella movilización tuvo lugar en 1922 y se conoció como la Gran Migración Negra. No hay que echarle mucha imaginación para presuponer cómo pudieron llegar sus antepasados a aquel rincón del mundo, ni cómo tuvieron que abrirse paso en la vida, pero J.C., o Jesse, como empezaron a llamarle sus nuevos profesores en el colegio, sacó provecho de su ventaja, lejos de ese pasado, y de su talento, como atleta precoz, mientras compaginaba los estudios con trabajos precarios para ayudar a su familia.
En 1936 comandó el equipo de atletismo estadounidense en los Juegos Olímpicos de Berlín y se colgó cuatro medallas de oro. Hitler, que había concebido aquella cita como el gran escaparate mundial de la Alemania nazi -ensalzado poco después en el artístico e innovador documental Olympia, de Leni Riefenstahl-, y que mostró su desaprobación a la presencia de deportistas negros, aprendió a tragar saliva desde el palco.
Owens pasó a la historia como el héroe de Berlín y fue recibido como tal en su país. Tenía 22 años. Los mismos que acaba de cumplir Nico Williams, nacido en Pamplona, y cinco más que Lamine Yamal, nacido en Esplugues de Llobregat, convertidos en ejemplo de integración frente a los que destilan odio y rechazo para sostener un discurso racista y sacar provecho del desencanto y la desesperación por motivos puramente electoralistas.
Ha bastado un gol de uno de ellos para reventar una rueda de prensa. Ha bastado una Eurocopa para abrirle los ojos a la sociedad. Y tan vergonzosa ha sido la respuesta del portavoz andaluz de Vox a la pregunta incómoda, como el vídeo de Irene Montero desde sus mundos de Yupi. ¿Es tan difícil de entender que se trata de una cuestión de generar y dar oportunidades y no de reducirlo a un problema o a una cuestión de buenismo interesado? ¿A qué este afán por especular con las emociones y por contribuir a una sociedad de dinamiteros que confunde la destrucción con la rebelión?
Lo de dinamitar hace tiempo que se encuentra al orden del día, y abarca cualquier ámbito de la realidad. Antes, el que se movía no salía en la foto, ahora le pegan una patada en las ingles antes de que se suba al escenario. Lo hemos visto esta semana en Jerez con el caso del nuevo concejal del PSOE, Gabriel Fabregat, al que le vieron tan buenas aptitudes y actitudes en el partido que ya lo invitaron a ir en las listas a las municipales de 2019. Entonces tuvo que decir que no: era menor de edad.
Ahora que le ha tocado su turno, ha habido quien, dentro de su partido -no les quepa duda-, ha querido empañar su entrada en el salón de plenos recordando que hace más de un año le dio “me gusta” a varias publicaciones de Juanma Moreno en Instagram -pecado mortal, que le corten la cabeza- y que fue suspendido de militancia. Lo de los “likes” -como nos exigen decir- es cierto; que alguien lo denunció, también, pero no que fuera suspendido -suspensión además limitada a entre 15 días y 3 meses en Juventudes Socialistas-, puesto que el recurso presentado fue admitido y la denuncia archivada, y no porque dieran por válido que fue “sin querer”, sino por todos los escritos y manifestaciones que el propio Fabregat había hecho en contra de las políticas de juventud y educación de Juanma Moreno al frente de la Junta.
El nuevo concejal, que sabe lo que es luchar contra el acoso escolar y hacer frente a discursos del odio, ha de ser consciente de que la bancada de enfrente le va a recordar esos “me gusta” en cuanto tenga ocasión, por la burla, por el chiste, por dinamitar, pero también debe tener presente que el primero en empujarlo al barro ha sido alguien de su propio partido, por no entender que lo de “Roma no paga traidores” empezaba por él mismo.
Aparte de eso, llamadme ingenuo, pero puede que nos fuera mejor si lo de dar “likes” al contrario fuera la norma y no la excepción.