Septiembre comenzó en domingo y termina en lunes, un resumen perfecto de lo tortuoso de este mes para muchos. La vuelta a la rutina: desde el ámbito laboral al estudiantil, pasando por gimnasios, prácticas deportivas y otras actividades paralizadas por el verano. El fin del ansioso y amado verano, la recuperación de la rutina: septiembre parece tenerlo todo en su favor para ser el mayor odiado de sus once hermanos. Un mes que recoge días de contrastes climatológicos con noches de usar prendas extra y jornadas diurnas con tardes apacibles de playa y baño, como la del último fin de semana del noveno mes.
Septiembre se despide con la mejor de sus intenciones, tampoco es culpa suya que le hayamos demonizado. Su mero nombramiento genera un vértigo en algunos igualable al del hombre del saco. Posiblemente estemos ante el mayor cuento de terror de los adultos, peor incluso que arcaicos y clásicos comentarios sobre la declaración de la renta, la cuesta de enero y parecidos. Septiembre es el equivalente a la odiosa alarma que nos despierta de un plácido sueño a prontas horas de la mañana para retomar un nuevo día de trabajo. Inacabable, longevo y engorroso: así podrían describirlo muchos a un mes de treinta días que parecen noventa. Septiembre es todo un examen de conciencia pospuesto por la inmensa mayoría debido a los rayos de sol y las buenas temperaturas.
¿Es septiembre el espejo que muestra nuestras más íntimas costuras? ¿Es septiembre un golpe que debes recibir, pero no quieres? De todos modos, en realidad, no deja de ser un mes. Un compendio de días y semanas en las que es cosa nuestra la de atribuirle un valor. Septiembre es un significante al que nosotros le damos, por lo general, un significado negativo. Una palabra inofensiva cargada de prejuicios y lamentaciones cuando aún la sal está adherida a nuestros cuerpos.
Ahora viene octubre a erigirse como un salvador, como la solución a todos nuestros problemas, como la alternativa real del cambio. El otoño dañará menos en octubre, las hojas caerán con mayor elegancia, el olor a castañas será un canto a la bonanza y nos olvidaremos de la tiranía de septiembre. El empleo estacional en los lugares de costa caerá, la ocupación hotelera y el volumen de visitantes se limará notablemente y de octubre en adelante no habrá más 'veranillos'.
Octubre es menos lesivo que septiembre porque no da opción a cambios, es decir, este mes en su totalidad está inmerso en una estación ante la que intentas armarte. Septiembre está entre el éxtasis del verano y su desaparición, es el contraste del máxime jolgorio con el impacto brutal de la normalidad. De lo extraordinario a lo rutinario en vagas horas. Del verano al otoño en días. Del espejismo de una vida inventada en pocas semanas a la realidad del día a día.
Igual septiembre ha cosechado tanto enemigo por ser esa conversación que andamos evitando, una canción de desamor en plena ruptura o un vídeo de borrachera al día siguiente. Posiblemente este mes muestre lo que somos y no lo que queremos ser. Quizás su desapego parta por exponer nuestras vergüenzas, con lo bien que estaban debajo de la manta. Nadie parece querer hacer frente a cuestiones existenciales tan profundas que solo emanan cuando el vértigo decrece y el tiempo, sosegado, invita a la reflexión. ¿No será que no queremos ver quiénes somos en realidad? Al final, septiembre no es más que un mes.