También en el año que termina Madrid, Río de Janeiro, Tokio y Chicago se convirtieron en finalistas para la organización de los Juegos de 2016, el presidente del COI, el belga Jacques Rogge, anunció que optará en 2009 a la reelección, se dio una nueva vuelta de tuerca a la normativa antidopaje y se pusieron en marcha los Juegos Olímpicos de la Juventud, cuyas primeras ediciones fueron concedidas a Singapur 2010 (verano) e Innsbruck 2012 (invierno).
El símbolo más sagrado del olimpismo, el fuego que nace en las ruinas de Olimpia cada cuatro años para encender el pebetero de los Juegos, fue utilizado desde su mismo origen por los grupos pro derechos humanos como un instrumento para llamar la atención sobre la política autoritaria del régimen de Pekín.
Los grupos defensores de la libertad de expresión y de culto, los partidarios de la independencia del Tíbet, los contrarios a la intervención en Darfur... todas las organizaciones con algo que criticar en China emplearon el relevo de la antorcha como altavoz de sus reivindicaciones.
La interrupción de la ceremonia de encendido en Olimpia, la extinción del fuego en París, la modificación del recorrido en varias ciudades y la detención de centenares de manifestantes fueron sólo algunos de los incidentes que rodearon el relevo, que lejos de ser una fiesta popular, como en ocasiones anteriores, se convirtió en un desfile blindado por la policía para evitar males mayores.
La llegada de la Llama a territorio chino puso sordina a la polémica y las amenazas de boicot se quedaron en nada, aunque el COI se plantea ahora qué hacer con el relevo internacional en el futuro, tras la traumática experiencia de este 2008.
Pekín organizó los Juegos de forma irreprochable y legó a la posteridad unas instalaciones deportivas fascinantes, una organización cuidada al detalle y un entusiasmo difícil de igualar entre trabajadores y voluntarios.
China, la gran triunfadora
Además, por primera vez en la historia olímpica, lideró el medallero por delante de Estados Unidos. Todo ello bajo estrictas pero poco visibles medidas de seguridad que impidieron las manifestaciones y restringieron la grabación de imágenes y el movimiento en el centro de la ciudad.
La inevitable pregunta surgió en cuanto se clausuraron los Juegos de Pekín: ¿cómo podría Londres superarlos? Jacques Rogge viajó a la capital británica para transmitir un mensaje de calma: “Londres simplemente tiene que ser Londres. No hay Juegos ni mejores ni más grandes; son diferentes”, subrayó.
El reto no lo es sólo para Londres, sino también para la ciudad que organice los Juegos de 2016, que saldrá del cuarteto Tokio, Madrid, Chicago y Río de Janeiro. El COI escogió en junio a estas finalistas, puntuadas por ese orden, y las autorizó a seguir en la lucha hasta la votación final, que será en octubre de 2009.
También entonces se reelegirá como presidente del COI a Jacques Rogge, que ha manifestado su intención de seguir en el cargo los cuatro años más que le autoriza la Carta Olímpica. No se esperan candidatos opositores.
En el trabajo del COI siguió ocupando un lugar preferente la lucha antidopaje, que se endureció con una medida sin precedentes: todo aquel que sea suspendido más de seis meses no podrá participar en la siguiente edición de los Juegos.
Las políticas educativas sobre este problema serán de obligada inclusión en los nuevos Juegos Olímpicos de la Juventud, que empezaron en 2008 a tomar forma con la concesión de las dos primeras ediciones: Singapur organizará los de verano en 2010 e Innsbruck (Austria) los de Invierno en 2012.
Sin duda, los de Pekín han sido los mejores Juegos de la historia.