A su director, Alfredo Moreno, y a Juan Manuel Mantecón, Antonio Camacho y Pol Jalma, que aceptaron el reto de sumergirse juntos en la zozobrante nave del negocio musical, no les asustó el hecho de que la tecnología haya democratizado la grabación y eliminado las fronteras, permitiendo por ejemplo que se grabe un dueto con artistas que ni siquiera se han visto las caras, y que realizan sus grabaciones respectivas a miles de kilómetros de distancia. Al contrario, fue eso mismo lo que les animó no sólo a hacerse con los medios, sino también a apostar por proyectos de mecenazgo, como el del grupo de rock gótico Fase REM o el de Airyn, intérprete que pone una voz templada y bien medida a ritmos y sonidos étnicos de todo el mundo.
Buscando el talento
De hecho, lo que menos interesa a los promotores de la idea es la música comercial, que según ellos mismos, tiene menos recorrido y es menos divertida. Ése es uno de los motivos por los que han decidido valorar sus servicios a un coste razonable para los que empiezan a recorrer la agrestes sendas que atraviesan el mundo de la música. “Por 250 euros por canción, cualquiera puede tener una maqueta que no suena a maqueta, sino a producción profesional”, explica Alfredo Moreno, que se detiene además en detallar cada una de las fases por las que pasa el trabajo desde que comienza la preproducción hasta que se llega al máster, para certificar que, más que un precio, es una apuesta por los nuevos creadores.
Para lograrlo, y en función de las implicaciones vertidas sobre cada proyecto, el estudio cuenta con músicos de sesión que han trabajado con grandes figuras de la música española. Nada de samplers, con el objetivo de que los hombres no sean sustituidos por máquinas también en el universo de la creación.
Además, los promotores del estudio son proclives a los retos, como el de grabar en directo conciertos que, además, realizan para el formato audiovisual. Y todo, en un tiempo en el que las vacas sagradas de la música no dejan de quejarse de la coyuntura