Ya desde 1956, en Le Coup du berger, de Jacques Rivette, podía vislumbrarse la ruptura técnica y artística de la Nueva Ola.
Tanto Rivette como Chabrol formaron parte desde el principio de esos jóvenes críticos-cineastas franceses, grandes amantes del cine que forjaron la leyenda y que inicialmente fueron también conocidos como los “jóvenes turcos”.
De hecho, ciertos cronistas encuentran en la Liberación de la ocupación nazi, al término de la Segunda Guerra Mundial, los primeros rechazos al cine oficial francés, las ansias de libertad y de verdad que conducirían inevitablemente a la ruptura entre mediados de los años 50 y 1960.
El nombre por el que se conoció al movimiento que crearon estos dos artistas y sus no menos famosos colegas François Truffaut, Jean-Luc Godard, Éric Rohmer o Alain Resnais, la Nouvelle Vague, se acuñó el 3 de octubre de 1957.
Lo hizo en el semanario L’Express la periodista Françoise Giroud al comentar una encuesta estival sobre la juventud.
Tenía todavía, sin embargo, una connotación sociológica y generalista, ya que abarcaba al conjunto de actividades, pasiones e ideas que circulaban entre esa juventud precursora de mayo del 68.
Hubo que esperar, no obstante, a febrero de 1958 para que Pierre Billard atribuyese el concepto exclusivamente al cine; fue en la revista Ciné 58 y pronto adoptó el término el Centro Nacional de la Cinematografía (CNC).
Desde principios de 1959, los nuevos filmes distribuidos en Francia y, en particular aquellos que ese año fueron seleccionados para el Festival de Cannes, se estrenaron ya bajo la bandera de la Nouvelle Vague.
El grupo de artistas-críticos que les dio vida, formados todos ellos en la revista Cahiers du cinéma, aportaron ese año, además de Le Beau Serge, otras joyas como Les 400 Coups, de Truffaut, y A bout de souffle, de Godard.