Dicen que estamos celebrando la Fiesta de la Vendimia. Incluso hay algunos balcones engalanados con la bandera de Jerez. Y hasta en la puerta central de la Catedral se observa el montaje para la pisa de la uva. Pero ya no huelo a vino cuando paseo por las calles eternas del Jerez de siempre. Ya no escucho el jaleo de la gente tomándose el café o la primera copa a las seis de la mañana, antes de enfilar hacia las distintas bodegas. Ya no presiento la llegada de los camiones lleno de jornaleros de la vendimia que llegaban a las seis de la tarde después de una agotadora jornada de trabajo.
Tampoco los camiones transitan llenos de uva. Ni los trabajadores de la Fábrica de Botellas echan horas extraordinarias ante la demanda existente. Ni en la calle La Sangre se ve el pasar de hombres y mujeres camino de Cartonajes Tempul. Ni las fábricas de tapones están trabajando de mañana y tarde. Ni me llega la vecina del quinto diciendo que su marido se jubila y su hijo ocupa su sitio en la bodega. Ni siquiera leo ya nombres de bodegas que fueron santo y seña de la ciudad.
Y observo grandes edificios donde antes había bodegas, vino y trabajo. Ni me encuentro a Jesús Rodríguez Pérez preparando la gran cabalgata anunciadora; ni hay juegos florales del que se decía que “al jerez, sea oloroso o fino, no lo supera ningún vino”; ni llega el escocés que con su traje típico anunciaba que la fiesta en honor del jerez estaba próxima a celebrarse; ni a mediodía las medias botellas llenan los mostradores de los bares; ni las cifras de ventas del jerez se duplican o se triplican; ni se hacen más viñedos, sino que se desaparecen.
Ni hay ya una Junta Oficial de la Fiesta de la Vendimia para preparar unos fastos que servían para poner en valor la auténtica razón de vivir que tenía esta mi ciudad. El jerez era el valor añadido de los jerezanos. Cuando la sirena de la bodega Domecq, que ya ha perdido su nombre, sonaba, mil personas entraban a trabajar. Solo en una bodega. ¿Cuántas trabajan en la actualidad en el sector? ¿Qué Vendimia estamos celebrando? Quizá la vendimia del paro, aquel que se vislumbró cuando la caída del sector y que nadie supo atajar.