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Lunes 18/11/2024
 

Campo de Gibraltar

Dan sepultura digna a los cuerpos exhumados de El Marrufo

Veintiocho de los centenares de personas que fueron torturadas y ejecutadas por las tropas franquistas en el cortijo El Marrufo, recibieron el sábado una sepultura digna, 76 años después de que fueran fusilados y tirados a fosas comunes.

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  • Entierro en La Sauceda -

Veintiocho de los centenares de personas que fueron torturadas y ejecutadas por las tropas franquistas en el cortijo El Marrufo, en Cádiz, recibieron ayer una sepultura digna, 76 años después de que sus cuerpos, todos tiroteados, fueran arrojados a fosas comunes.

Son los primeros cuerpos que han sido localizados en las siete fosas comunes halladas hasta ahora en esta finca del Valle de la Sauceda, ubicada entre los términos municipales de Jerez, Jimena y Cortes de la Frontera y que, según los historiadores, se convirtió en 1936 en un campo de tortura para cientos de familias que se habían refugiado en este paraje huyendo del avance de las tropas franquistas.

El Foro por la Memoria del Campo de Gibraltar y la Asociación de Familiares de Represaliados por el Franquismo de La Sauceda y El Marrufo emprendieron el pasado mes de julio una primera fase de la excavación arqueológica en este cortijo, unos trabajos que, con el hallazgo de cadáveres con tiros de gracia y manos atadas a la espalda con alambres, han confirmado el horror que se vivió en el lugar entre noviembre de 1936 y febrero de 1937.

Los 28 cuerpos hallados en esta primera fase de la excavación arqueológica, dirigida por el arqueólogo Jesús Román Román, fueron enterrados ayer en el cementerio de La Sauceda, que estaba en estado “semirruinoso” y ha sido rehabilitado para que estas víctimas de la represión tuvieran, al fin, “una sepultura digna”, como manifestó Andrés del Río, del Foro por la Memoria del Campo de Gibraltar.

“Defendemos que no sólo se trata de recuperar los cuerpos, sino también los valores y las ideas por las que estas personas murieron”, añadió.

Por eso, en el acto, en el que asistió el director general de Memoria Democrática, Luis Naranjo Cordobés, se dio lectura a un manifiesto que ha vuelto a dar voz a los ideales por los que estas personas fueron ejecutadas en este cortijo.

Los cuerpos fueron trasladados al cementerio desde la Casa Verde de Jimena, donde los antropólogos Juan Manuel Guijo y Juan Carlos Pacero han efectuado los últimos estudios científicos, complementarios a los que ya se hicieron a pie de fosa.

Los estudios no han concluido, porque se han puesto en marcha exámenes de ADN para la localización de los familiares, algo difícil porque, ha dicho: “hay entre 200 y 800 desaparecidos en La Sauceda según los estudios de los historiadores y nosotros tenemos localizadas unas veinte familias, por lo que el índice de probabilidades de coincidencia es bastante remoto”.

Pero estos cuerpos ya han hablado de lo que se vivió en El Marrufo: “Son personas fusiladas. Hay muestras claras de personas con las manos atadas con alambres, tiros de gracia en la cabeza, además de diferentes impactos en los cuerpos. Los veintiocho son muertos por disparos”, afirmó el representante del Foro de la Memoria del Campo de Gibraltar.

El cortijo de El Marrufo fue ocupado a principios de noviembre de 1936 por cuatro columnas falangistas en una acción combinada. Previamente, La Sauceda y El Marrufo se habían convertido en refugio de cientos de familias residentes y de otras muchas procedentes de distintos núcleos de población de los alrededores, que huían del avance de las tropas franquistas.

Tras ser tomado, el Marrufo se convirtió en un acuartelamiento al mando del jefe de la Guardia Civil de Ubrique, José Robles Alés, que hizo de esta finca un centro de detención, tortura y fusilamientos. La combinación de testimonios orales de descendientes de las víctimas y de investigaciones de archivos indican que en todo el Valle de la Sauceda (entorno en el que se ubica el Marrufo) pudieron ser fusiladas sin formación de causa varios cientos de personas entre principios de noviembre de 1936 y finales de febrero de 1937.

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