Hace 17 años, la película Toy Story revolucionó el mundo del cine de dibujos animados al dar el salto a la animación digital. La película, producida por Pixar, al abrigo de la Disney, abrió una nueva y exitosa etapa en la compañía, del mismo modo que había ocurrido en 1990 con La Sirenita.
Pixar, que amenazó con independizarse, terminó claudicando ante el magno imperio del señor Disney, que siguió adelante con sus películas de animación clásica y dejó a John Lasseter que explorara nuevos y rentables caminos en la animación digital, donde ha sido faro y guía para las demás compañías durante más de una década.
La propia Disney hizo varios intentos por su cuenta por emular a la aventajada Pixar. Lo hizo con Dinosaurio, Descubriendo a los Robinsons y la saga de Campanilla, pero con resultados discretos, hasta el punto que recurrió al propio Lassetter para que empezara a supervisar los proyectos en marcha -ha ocurrido con las infantiles, pero de buen acabado formal, historias de la citada Campanilla.
En este sentido, fue hace tres años cuando la compañía logró el salto de calidad que andaba buscando: hacer cine de animación sin traicionar al espíritu clásico de sus grandes películas. Lo logró con Enrededados, un excelente filme que, a partir del cuento de Rapunzel, rememoraba las grandes películas de aventuras del Hollywood clásico e incorporaba un buen puñado de canciones en la más fiel tradición del musical de animación del que siempre hizo gala la Disney.
Los responsables de Enredados regresan ahora con Frozen. El reino de hielo, inspirada en el cuento de Hans Christian Andersen, La reina de las nieves, a partir del cual se relata la historia de la maldición que pesa sobre todo un reino, condenado a un invierno eterno. La protagonista vuelve a ser una chica, Ana, que se ve obligada a unirse a un joven de las montañas para emprendeer un viaje épico en busca de la Reina de la Nieve para poner fin al hechizo. Por el camino se enfrentarán a temperaturas extremas, criaturas místicas y contarán con el apoyo de algún que otro simpático personaje, sobre los que la productora ha hecho recaer el peso de la promoción del filme.
Frozen es la gran apuesta de la Disney para estas navidades y ofrece prácticamente lo mismo que otras grandes películas de la casa inspiradas en cuentos clásicos: la lucha entre el bien y el mal, el valor de la amistad, la emoción de la aventura, el poder de la magia, la superación de los miedos, dos personajes condenados a enamorarse, y todo ello bajo los parajes helados de Noruega, cuyos escenarios naturales sirvieron de inspiración para diseñar los fondos de la película, y con nuevas y atractivas canciones que en la versión original interpreta Demi Lovato y en la que veremos en los países de habla hispana, Martina Stoessel, nuevo ídolo mundial de la mano de una serie del canal Disney, la argentina Violeta. Tal vez nada nuevo, sí, pero tan atractivo e imprescindible como en las grandes ocasiones.
Por cierto, Frozen llega acompañada de un regalo navideño por anticipado, la proyección del nuevo cortometraje de Mickey Mouse, Get a horse, como antesala a la propia película, y realizado para conmemorar sus 85 años de vida animada. El corto, preseleccionado ya en la carrera al mejor corto de animación de los próximos Óscar, recupera los bocetos originales del célebre ratón en un declarado homenaje tanto al personaje como a quien prácticamente levantó un imperio a partir de sus icónicas orejas negras.