Eran las 19,45 horas del Lunes Santo y el paso de misterio del Ecce-Homo se encontraba a punto de entrar en la calle Diego de Alvear, en plenas curvas de la antigua Capitanía. Todo transcurría con normalidad y en una levantá del paso, el movimiento de los ropajes del Sanedrita, ayudados por el viento del momento, hicieron que la bocamanga prendiera con una llama que salía de una tulipa de los brazos de luz, a pesar de que tienen sólo el espacio suficiente para que entre el oxígeno y la vela pueda serguir encendida, de forma que proteja a las imágenes incluso de la cera que pueda saltar.
Pronto se dio la alarma de que comenzaba a quemarse la ropa y el capataz, Alberto Salas, dio fondo al paso de inmediato. Fue entonces un cargador de la JCC, como Juanma Reseco, quien se subió al paso para acabar con el fuego. Al final, y viendo que las llamas iban avanzando, se optó por ahogar el fuego con una faja de cargador.
Hubo incluso vecinos que han asegurado a este medio que viendo la situación habían tomado el extintor de su casa para llevarlo hasta el paso. Pero a raiz de estas cuestiones surgen muchos interrogantes acerca de la seguridad de las hermandades en la calle y sobre todo de la obligatoriedad de llevar un extintor en cada paso.
Apagado el fuego, la cofradía del Ecce-Homo plegó la ropa quemada para que no se viera desde la calle, y así siguió su itinerario con toda normalidad.