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Sábado 16/11/2024
 

Arcos

‘1045 - II' o, la Cultura gratuita

"Otro botón de muestra de lo descalificada que se encuentra la palabra por nuestros gobernantes, podría ser el lugar que han considerado que ha de ocupar: ¿Cómo se puede compatibilizar delegaciones del tamaño de Cultura, Barriadas Rurales y Jédula?”

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Es bien sabido por todos el lugar que ocupa la cultura en el reparto de presupuestos del estado, región o ayuntamiento. No haría falta un estudio exhaustivo para desmitificar las grandilocuentes palabras que, cuando interesa, proliferan en los medios de comunicación y foros relacionados.
A poco que repasemos la hemeroteca cultural, encontraremos todo tipo de contradicciones entre quienes dicen dedicarse a la gestión, promoción y salvaguarda de la cultura y quienes son verdaderamente los protagonistas. Ya sean éstos de primera o última línea (relativa).
Las artes, decía nuestro queridísimo Wert, sirven para distraer. Y no cabe duda que distraen. Más aún, despejan la mente de tanto filósofo suelto – no entendemos aún qué capacidades tenía este Sr., para ser Ministro de Cultura – y sobre todo distraen de la impune injusticia en que la globalidad de las iniciativas culturales se encuentran.
Nuestros políticos aún no han dado con la fórmula para convertir la cultura en un medio de riqueza social. Y por eso estamos como estamos, sumidos en la angosta tradición de que estas áreas no son importantes y sirven como decía aquél, para ocupar tiempos libres y ratos de ocio.
Tanto ingeniero y facultativo, tanta titulación y requisitos para acceder a puestos de trabajo y sin embargo el respeto por el arte y la cultura en general y en particular a sus verdaderos protagonistas, es nulo. Tanta mente despierta en la administración para tener un continuismo institucional sin un ápice de creatividad. 
Seguramente a muchos de los lectores  de estos humildes comentarios (eso esperamos en cuanto al número),  no se les ocurriría llamar al electricista, al fontanero, al albañil, para luego de disfrutar de sus servicios, regalarle una sonrisa y despedirle sin abonar el costo de su trabajo. Cierto es también que a nadie se nos ocurriría ir al supermercado y disfrutar de cualquiera de sus productos sin pasar por caja. Menos aún tendríamos la valentía de contratar a un gestor, abogado o procurador, sin la conciencia de antemano de los emolumentos que hemos de pagar en el ejercicio de su profesión.
Para botón, una muestra. Y como tal, transcribimos la sustanciosa conversación vía correo electrónico que mantuvieron el dueño de  un restaurante y un músico, cuando al primero se le ocurrió pensar que su local, bien sería merecedor de la presencia de un artista que amenizara el ambiente y sus platos.
La propuesta fue así: “Junto con saludarte, te cuento que somos un local nuevo y pequeño dedicado al rubro gastronómico con interés en la música y su difusión. Te queremos ofrecer nuestro espacio para que promuevas tu trabajo y tus cd’s a través de tu música y tu bajo, eso sí más bien smooth jazz y música ambiental y suave para que la gente pueda a la vez comer…siempre manejamos una muy buena cantidad de público con los cuales podrás promover tu música. Si luego de algunas visitas vemos que la acogida es buena estamos en condiciones de ofrecerte un arreglo económico muy atractivo para que vengas cada cierto tiempo a nuestro local a deleitar nuestros oídos…”
La respuesta: “Junto con saludarte, te cuento que soy un músico experimentado con una casa muy grande, con gran interés en las artes culinarias y su difusión. Te quiero ofrecer mi espacio para que promuevas tu trabajo y tu restaurante a través de tus platos, eso sí, más bien ‘cocktail’ y platos livianos para que mis invitados puedan escuchar música en mi casa… siempre tengo una buena cantidad de invitados con los cuales podrás promover tu comida y tu restaurante. Si luego de algunas visitas veo que la acogida es buena estoy en condiciones de ofrecerte un arreglo económico para que vengas cada cierto tiempo a mi casa para deleitar nuestros paladares…”
Como vemos, la gratuidad de la cultura y las artes en general, está tan extendida que hasta los más listillos y menos cultos de nuestros congéneres, aún creen, siguen creyendo, están convencidos que el Arte es “helarte de frío” y la cultura una distracción.
La escritora vasca Luisa Etxenike nombrada miembro de la Orden de las Artes y las Letras en nuestro país vecino y traducida su obra al francés, lo deja claro: "La cultura no es una actividad del tiempo libre; es lo que nos hace libres todo el tiempo". Y hacemos referencia a ésta voz, rescatada de tanto perjurio cultural, porque las hay que gritan, declaman cual si de un escenario vacío se tratara, la ingratitud con la que la sociedad en general tipifica las artes y la cultura.
Ya lo dijo aquél otro artista de cuyo nombre no quiero acordarme: “Soy de donde estoy y donde estoy Creo, si me dejan”.
Y es hora de cambiar las tornas empezando por donde estamos. Y estamos en una Ciudad en la que ha arraigado de forma invasiva y endógena, casi patológica, la idea generalizada de que la Cultura ha de ser gratis. Y ello viene fomentado, en muchos casos por un ánimo electoralista por parte de la institución, que choca de frente con la educación cultural que toda sociedad necesita.
No, ¡rotundamente no! La Cultura a través de sus amplias manifestaciones, constituye en sí misma un abanico de creatividad que conlleva inherente el ejercicio, titulado o no, de facultades adquiridas a través de años de trabajo e ilusión puestos a disposición – como decía la escritora – de la libertad, el conocimiento y el disfrute (por qué no) de todas aquellas áreas pertenecientes a lo humano de las que tan faltos estamos. Son áreas cuyo vórtice o centro del torbellino, eleva nuestra calidad de vida tan profusamente castigada por la economía y el consumo.
Otro botón de muestra de lo descalificada que se encuentra la palabra  por nuestros gobernantes, podría ser el lugar que han considerado que ha de ocupar: ¿Cómo se puede compatibilizar delegaciones del tamaño de Cultura, Barriadas Rurales y Jédula? ¿De qué tiempo ha de disponer un Delegado para abarcar con la profusión de ideas, gestión y administración un área vinculada directamente al desarrollo del ciudadano, a revertir el concepto, a dirigir los espacios destinados a su desarrollo, a abrir ventanas y puertas en una suerte de oxigenación, ampliación y universalidad de la Cultura en Arcos de la Frontera?
La única forma de crecer culturalmente es ser dueño de un restaurante con sensibilidad.

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