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Viernes 15/11/2024
 
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Un libro recupera voces acalladas de Ciudad Juárez que luchan contra feminicidio

A sus 35 años, Malú García Andrade tiene confiada su seguridad a tres personas, los tres escoltas que la acompañan desde hace cinco años, cuando huyó de Ciudad Juárez porque su voz de activista contra los feminicidios comenzó a escucharse demasiado alto

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A sus 35 años, Malú García Andrade tiene confiada su seguridad a tres personas, los tres escoltas que la acompañan desde hace cinco años, cuando huyó de Ciudad Juárez porque su voz de activista contra los feminicidios comenzó a escucharse demasiado alto.

"En nuestra partida de 2010 para acá, Ciudad Juárez se va quedando en el olvido. Si bien es cierto que continúa la lucha por tratar de hacer visibles los casos, es una lucha local. De algún modo lograron su objetivo al sacarnos a nosotras de la ciudad", afirma en una entrevista con Efe.

Quienes lograron su objetivo, explica, son aquellos que tuvieron a su madre, Norma Andrade, a la maestra Marisela Ortiz y a ella misma recibiendo durante meses amenazas de muerte e incluso atentados, hasta que la situación fue tan insostenible que todas tuvieron que partir y dejar de alzar la voz.

Hoy, cinco años después, un libro recupera la voz de Malú para recordar cómo fueron aquellos años de cruces rosas y cómo es la vida de una hermana de víctima de feminicidio, una activista que tuvo que dejar de serlo por miedo a morir.

El libro se llama "De regreso a Casa", está escrito por la periodista española Elena Ortega y con él García Andrade espera que vuelva a hablarse de las muertas de Juárez, que siguen produciéndose, aunque hayan perdido la atención de la prensa.

"Sigue la misma problemática que en años pasados. Siguen desapareciendo jovencitas, siguen asesinando a jovencitas y seguimos teniendo la misma respuesta de la autoridad, que es nula", asegura, confiando en que "con el libro vuelva otra vez el tema a nivel nacional e internacional y en los medios de comunicación".

Lilia Alejandra García Andrade desapareció el 14 de febrero de 2001 y una semana después encontraron su cuerpo semidesnudo, con signos de tortura y violencia sexual. Tenía 17 años y su muerte les valió a su madre y a su profesora para transformar el dolor en lucha y fundar la organización Nuestras Hijas de Regreso a Casa.

Pronto Malú se sumó y comenzaron con una intensa lucha de marchas y trabajo de campo para buscar pistas y denunciar que Lilia Alejandra no era la única, eran centenares las jóvenes desaparecidas en esta ciudad fronteriza con Estados Unidos.

"Hacíamos rastreos en las zonas de desierto para ver si encontrábamos cuerpos, hacíamos marchas, actividades, teníamos reuniones con las autoridades para revisar los expedientes", recuerda.

Hoy, las pocas veces que regresa se siente "con rabia y con impotencia" porque no puede hacer nada de eso, sino que tiene que pasar desapercibida porque "es un riesgo". Además, tiene que financiarse por completo porque sus familiares tienen "mucho miedo" de acogerla.

A esto se suma que cuando Malú va tiene que hacerlo bajo su propio riesgo ya que, a cambio de la escolta, le hicieron firmar un documento donde se compromete a no regresar a Ciudad Juárez o hacerlo bajo su propia responsabilidad.

Regresó para hacer este libro y encontrarse varios días con la periodista, que observó la cotidianeidad de sus acciones y sus recuerdos, la lucha que sirvió para que la ciudad fuera conocida internacionalmente y se lograran ciertos avances.

Entre otros, una fiscalía de género, un laboratorio de genética forense y la modificación del código penal, pero estos no son suficientes. "Si el Gobierno dice que tiene el mejor laboratorio de genética, ¿por qué no resuelve los casos, por qué no toma las muestras ... por qué tarda un año en identificar un cuerpo?".

"De nada sirve que tengas todas estas modificaciones si sigues teniendo el mismo Ministerio Público de hace diez años investigando los mismos casos, con la misma actitud, no cambian", agrega.

En opinión de García Andrade, las muertes tienen que ver con algo más que simples asesinatos y el asesino no es "un ciudadano común", sino alguien con poder político, económico o relacionado con el crimen organizado.

Esto lleva al Gobierno del estado a "no investigar", a desaparecer evidencias o perder hojas de los expedientes. "Alguien que no resuelve un crimen es porque hay un interés de por medio, porque están protegiendo a alguien", sentencia

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