Ese fue el mensaje que el presidente de la Asociación de familiares de víctimas del Yak-42, Miguel Ángel Sencianes, transmitió al leer un comunicado ante el monumento levantado en Zaragoza en memoria de los 62 militares fallecidos, en el que las familias depositaron flores y velas.
Cuando se cumplen seis años del accidente, ocurrido el 26 de mayo de 2003 en Trebisonda (Turquía), las familias celebraron actos de recuerdo a las víctimas en Zaragoza, Burgos y Madrid, una semana después de que la Audiencia condenara a tres años de cárcel al general Vicente Navarro y a 18 meses al comandante José Ramírez y al capitán Miguel Sáez por falsear la identificación de 30 de los militares fallecidos.
Precisamente ayer, los abogados de la Asociación de familiares anunciarán a la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional que presentarán recurso contra la sentencia, cuyos términos debatirán las familias en una asamblea que se celebrará antes de la primera quincena de junio, según ha precisado Sencianes.
En este sentido, Sencianes subrayó en este acto que la memoria de cada uno de los fallecidos es para las familias “una razón de orgullo y de lucha”, y “a pesar de las mentiras y de la persecución por parte de algunos”, han sido fieles a la verdad, a la identidad de los fallecidos, a su testimonio, y al propósito de “descubrir con ellos la verdad” y asegurarse de que “descansen en paz”.
“Os montaron en aviones basura, y se jugaron vuestra vida a suertes. A la suerte de la inseguridad” y después, ha continuado el presidente de la Asociación, “repartieron” los cuerpos “sin pudor ninguno”, porque “sólo les importaba acabar rápido para que pasarais a la historia disfrazado como un fatídico accidente”.
El entonces ministro de Defensa, Federico Trillo, “seguro no hubiera querido que esta asociación hubiera existido” y generales como Navarro y José Antonio Beltrán “mintieron sobre algo sagrado para nosotros, la memoria de los nuestros”, denunció Sencianes, quien criticó el “cinismo” del ex presidente del Gobierno José María Aznar, que les ordenó “dejar en paz a los muertos”.