La activista Jacqueline Isaac lleva años luchando por los derechos de las mujeres y otras minorías perseguidas en Oriente Medio y recorre el mundo para exigir una estrategia internacional para socorrer a las niñas en manos del Estado Islámico (EI).
A través de la organización humanitaria Roads of Success (ROS), en Estados Unidos, Jacqueline reclama la necesidad de "empoderar" a las víctimas sexuales del EI y a otras minorías sociales con una educación basada en la igualdad y la libertad.
En declaraciones a Efe, la abogada cuenta que ROS suministra necesidades básicas y asistencia médica a los refugiados en campos de Irak y Siria, así como ordenadores y otros materiales didácticos a las chicas yazidíes que ya han conseguido asilo en Alemania y a las que permanecen en Irak.
El Gobierno alemán ha recibido en su país a muchas niñas rescatadas y a sus familiares, a quienes ha provisto de vivienda, atención médica, clases de alemán y ha integrado en sus escuelas.
A raíz de la mejora psicológica que han experimentado estas jóvenes, Jacqueline inició una campaña por otros países europeos y por Estados Unidos para pedirles que sigan el modelo alemán de ayuda.
Ha participado en varios seminarios en los Estados Unidos para exigir un proyecto de ley dirigido a acoger a las niñas rescatadas en su país, y ha contactado con las Naciones Unidas para promover un plan de rescate para las todavía esclavas del EI.
En Europa, la activista humanitaria ha hablado con representantes de los gobiernos de países como Suiza, Inglaterra, Bulgaria y España, donde espera conseguir asilo para entre 50 y 100 niñas.
El pasado mes de diciembre, Isaac llegó a Londres para trasladar su petición a líderes políticos en el Reino Unido, pero lamenta que no obtuvo los resultados necesarios, aunque sigue en contacto con las autoridades de este país en un intento de lograr su objetivo.
Estas jóvenes, destaca, son personas fuertes y valientes, rasgos que las convierten en las "Malala del mañana" (Nobel de la Paz en 2014), pero precisa que necesitan un pequeño empujón para crecer.
"Las niñas liberadas viven en tiendas en campos de refugiados, donde las condiciones son muy duras. En invierno hace frío polar y en verano el calor es insoportable, y no hay aire acondicionado, calefacción ni agua corriente cerca", alerta.
Algunas empiezan a ir a la escuela, informa la abogada, pero resulta difícil reintegrarse en una cultura que se toma la virginidad muy en serio, lo que lleva a muchas de ellas al suicidio.
Mientras viaja a Irak, Jacqueline relata a Efe la primera vez que pisó este país, un año atrás, cuando la crisis del EI empezó a sacudir la región de Oriente Medio.
"Debieron de ser los titulares los que me llevaron a Irak por primera vez en 2014, pero fue el rayo de esperanza en los ojos de las jóvenes salvadas lo que me hizo volver no solo una ni dos veces, sino varias", apunta.
Jacqueline piensa en concreto en los ojos de Ekhlas, una niña de 15 años que escapó de las torturas y las violaciones que sufrió a manos de los guerreros del EI.
La abogada conoció a Ekhlas en un taller de grupo en el que fantaseaban sobre el futuro, y cuando llegó el turno de Ekhlas, la pequeña alzó su mano con valentía y dijo: "Tanto si me cuesta la vida como la muerte, mi sueño es salvar a mis hermanas en cautiverio".
Una madrugada, un miembro del EI golpeó en la puerta de la casa de Ekhlas y ordenó a su familia que saliera fuera junto con otros vecinos.
El padre y el hermano de la niña fueron asesinados ante sus ojos, y a ellas las secuestraron. Tras este trágico suceso, Ekhlas intentó suicidarse cortándose las venas y tomando 250 pastillas.
"La llevaron al hospital justo a tiempo antes de morir y ella supo que si vivía era por alguna razón de peso", relata Jacqueline, quien recalca que Ekhlas pudo escapar y ahora vive en Alemania, pero sus hermanas siguen retenidas.
Preguntada por el peligro de muerte al que se enfrenta con esta labor, Jacqueline Isaac, estadounidense de origen egipcio, asegura que no siente miedo porque se trata de algo vocacional que prevalece sobre cualquier temor.
"Aunque tuve la libertad en Estados Unidos de ser una mujer independiente y educada, de opinar y de tomar decisiones por mí misma, la conciencia me mantenía cautiva. ¿Cómo podía ser realmente libre si las mujeres de mi origen cultural apenas conocían los principios básicos de libertad?", confiesa.
"Siempre me centro en las caras de mis niñas bellas y en sus futuros. Eso supera cualquier miedo que pueda tener", concluye.