En su pequeña gran librería de la calle Sierpes, Juan Beltrán Díaz, fue uno de los últimos testimonios de libreros amantes del libro y amigo de autores y lectores, que se reunían en tertulias. Su muerte, en 1984, fue una pérdida humana y cultural de la ciudad del siglo XX. Nosotros, nunca lo olvidaremos.
Una pléyade de libreros mantuvo abiertas sus librerías a pesar de los vientos adversos de la época, tercer tercio del siglo XX. A los Tomás y Fernando Sanz, Lorenzo Blanco y sus hijos; Pascual Lázaro, se unió el más joven de su tiempo, Juan Beltrán Díaz; joven pero profesional de una pieza, conocedor vocacional del mundillo editorial, amigo de autores y de lectores, que a final de la mañana o a media tarde formaban amenas tertulias en su pequeña librería de la calle Sierpes, número 50, accesoria, frente al Círculo Mercantil.
Pero Juan Beltrán Díaz (Sevilla, 1933-1984), se fue con sólo cincuenta y un años, y nos dejó recuerdos entrañables que nunca olvidaremos quienes fuimos sus amigos.
Su hijo Juan Beltrán Aguilar nos recordó el historial de la librería. La escritura de compraventa del negocio tiene fecha de 8 de junio de 1951, vendiendo Miguel García Palomo, que es quien tuvo hasta hace poco el quiosco de prensa que había en los soportales de la calle Alemanes, y compró su abuelo Juan Beltrán Román por un importe de 10.000 pesetas. En julio de 1957 se realizó una obra de modernización de las instalaciones, que es como hemos conocido la librería hasta que se cerró. El proyecto de reforma y la dirección de la obra corrió a cargo del arquitecto José María Morales Lupiañez.
El viernes 11 de mayo de 1979 hizo explosión una bomba en la sede del PSA que estaba en la segunda planta del edificio. Solo hubo daños materiales, hecho que fue aprovechado por los arrendadores para iniciar el proceso de desahucio, aludiendo ruina administrativa.
El 25 de octubre de 1981 falleció el abuelo, pasando entonces Juan Beltrán Díaz y su esposa, María Luisa Aguilar Lerate, a ser los propietarios de la Librería Atlántida, aunque él había sido desde el principio el alma del negocio, pues su padre no entendía absolutamente nada de libros y sólo llevaba la contabilidad del negocio.
Por entonces trabaja como dependiente Ramón del Castillo, un muchacho que ayudaba a Juan Beltrán en la librería y que pronto aprendió el difícil mundo editorial, y aquí fue donde María Luisa Aguilar jugó un papel muy importante, pues ella ya sabía de la grave enfermedad de su marido y de su posible desenlace y lo convenció para que mantuviese en su puesto de trabajo a Ramón después de cumplir su Servicio Militar, ya que conocía bien el negocio y les podría ayudar en el futuro.
El 16 de septiembre de 1984 falleció Juan Beltrán Díaz y tan solo una semana después, su viuda, María Luisa Aguilar, se puso al frente de la librería, con la inestimable ayuda de Ramón, y de sus dos hijos, Juan y Víctor, que alternaban mañanas y tardes. Y así salieron adelante, hasta el momento de cerrar las puertas, por desahucio de la propiedad, a finales de mayo de 1995.