El fútbol, esa galaxia que genera beneficios estratosféricos, es un deporte hecho por los hombres pero, ¿únicamente para los hombres? La mujer se labra poco a poco su rol en un espacio donde, a golpe de victorias, se escribe una historia de éxito a la que le falta reconocimiento y remuneración.
"En España falta creer en el fútbol femenino, creer que si se hace con cariño, trabajo e ilusión se pueden conseguir las metas que se están viendo", asegura a Efe Isabel Guerrero, vicepresidenta y segunda entrenadora del equipo femenino Atlético Málaga -el primero que se fundó en Andalucía (1992)-.
Icono de este deporte, las botas de Guerrero llevan veintitrés años dedicadas al fútbol y se consagraron, junto a las de sus compañeras, ganadoras del triplete en 1998, cuando el Atlético Málaga se proclamó campeón de la Liga Española, de la Copa de la Reina y de la Supercopa de España; las primeras, mucho antes de que lo hiciera el Barcelona.
Para Guerrero, la clasificación de la selección española para el Mundial de fútbol "ha supuesto un boom, porque nos hacía falta ese reconocimiento internacional".
El fútbol femenino vive un auge que se ha acrecentado en estos últimos años, y lejos de lo que pueda establecerse dentro de la opinión pública, el objetivo de estas chicas es el de hacerse valer por ellas solas y no despreciar al fútbol masculino.
"La pelea del fútbol femenino no tiene que ir contra el fútbol masculino. Nosotras tenemos que crecer, ellos nos llevan muchos años de adelanto, se han forjado en un deporte espectáculo que da dinero y hay que aplaudirles y aprender", explica Guerrero.
El mayor hándicap para el fútbol femenino es la remuneración, las jugadoras deben compaginar los estudios con un deporte que, por ahora, solo pueden considerarlo como una afición y por el que no reciben salario alguno.
En plena sesión de entrenamiento, Chelsea, una de las guardametas del equipo, se esfuerza para mejorar su técnica. Su trayectoria es amplia, empezó con 4 años y ha vestido la elástica del Sporting de Huelva y del Barcelona; ahora vuelva a estar en casa.
"Me he estado dedicando al fútbol desde el primer año que llegué al Málaga, pero siempre he tenido mi estudios por detrás", cuenta a Efe la portera, que además de militar con el equipo blanquiazul ayuda en el negocio familiar.
"Las niñas vienen aquí porque quieren jugar al fútbol, porque les gusta y quieren crecer como futbolistas. Es una ilusión subir a Primera, pero tenemos que compaginar estudios y trabajo", lamenta.
El Atlético Málaga milita en el Grupo 4 de la Segunda División Femenina, un conjunto de mujeres dirigidas por Manuel Hernández Navarrete, un técnico al que el fútbol femenino le ha hecho seguir en el banquillo.
"Yo vengo del fútbol masculino y cuando empecé en esto fue lo que me hizo seguir", recuerda Hernández, que añade que apenas hay diferencias entre un equipo masculino y femenino.
"A la hora de planificar la temporada la hacemos como si fuera un equipo masculino cadete de un nivel alto. Todo es similar", ratifica el entrenador.
Mientras equipos como el Atlético Málaga pelean por el ascenso a Primera División, el fútbol femenino continúa su lucha para acabar con ese círculo vicioso de poca inversión-poco público, que empieza a formar parte ya del pasado.