Acabar con la ley sanitaria del expresidente Barack Obama fue la gran promesa de campaña de Donald Trump, tanto que se ha convertido también en el gran fracaso de sus primeros 100 días de Gobierno, al haber sido incapaz de alcanzar un acuerdo entre los propios republicanos para cumplir su palabra.
El multimillonario, "obsesionado" con cumplir esos compromisos, en palabras de su estratega jefe, Steve Bannon, se apresuró a emitir órdenes ejecutivas que pudieran suponer un camino más sencillo para su agenda política, pero con la ley sanitaria, de compleja estructura y factura, no lo tenía, ni tiene, tan fácil.
Sin embargo, a apenas mes y medio de haber ocupado el cargo, el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Paul Ryan, impulsó un primer borrador legislativo para derogar y reemplazar la Ley de Cuidado de Salud Asequible, conocida como Obamacare.
Trump había solicitado a los legisladores de su partido crear una ley que ofreciera "una cobertura para todos" y además bajara los costes de los seguros médicos, con el objetivo de acabar con "el desastre" que a sus ojos había supuesto la ley de su predecesor.
Los republicanos, quienes durante el mandato de Obama hicieron de sepultar la reforma sanitaria uno de sus objetivos primordiales, coincidían con el interés del multimillonario en acabar con ella, pero encontrarle una sustitución no ha resultado tan sencillo.
El proyecto planteado por Ryan y apoyado por Trump no gustó nada entre los miembros del ultraconservador Caucus de la Libertad, a quienes dicha apuesta les parecía demasiado descafeinada por dejar en pie muchas de las disposiciones del Obamacare.
El proyecto desmantelaba ciertos puntos básicos de la ley sanitaria, incluyendo los subsidios para ayudar a la adquisición de seguros médicos y la expansión del Medicaid, programa para el acceso sanitario a la gente con bajos recursos, pero también mantenía otras, como la prohibición de subir los precios por enfermedades preexistentes o la dotación obligatoria de beneficios básicos.
Para empeorar aun más sus perspectivas, la Oficina no partidista de Presupuesto del Congreso indicó que la propuesta, lejos de dotar de más cobertura a los estadounidenses, acabaría con el seguro de 14 millones de personas en tan solo un año, y de hasta 24 millones en una década.
El presunto equilibrio de factores de la ley, que pretendía también contentar a los más moderados, no funcionó, y aunque la Cámara baja ya tenía puesta una fecha para votar sobre el texto legislativo, la propia bancada republicana no se pudo poner de acuerdo y la votación se pospuso por la falta de apoyos.
Ante la atenta mirada de todo el país, y poco acostumbrado a que le nieguen sus deseos, Trump dio un ultimátum a los conservadores y les obligó a convocar dicha votación para el día siguiente, o de lo contrario mantendría el Obamacare en vigor.
Ryan siguió las instrucciones del magnate, pero los ultraconservadores no dieron su brazo a torcer, y la votación tuvo que ser cancelada finalmente ya que los republicanos no pudieron sumar los 216 votos necesarios para aprobar la legislación, que después pasaría al Senado.
La incapacidad del multimillonario para poner de acuerdo a sus propios congresistas quedó patente en su primer gran fracaso con el Legislativo, sobre todo teniendo en cuenta que ambas cámaras están bajo control republicano.
En la última semana, y en un sprint final por intentar borrar la derrota sufrida en la marca de los 100 días de gobierno que se cumplieron este sábado, los miembros del Caucus de la Libertad negociaron duramente para lograr un nuevo consenso y llegaron incluso a aceptar una nueva enmienda a la ley que rechazaron en marzo.
Bajo esta nueva disposición, se retira la protección a las personas que hayan sufrido enfermedades con anterioridad, y también da la posibilidad a los estados de solicitar una exención para las aseguradoras y que estas no se vean obligadas a dar los beneficios básicos (como el cuidado por maternidad o las urgencias).
Aunque el liderazgo de la Cámara baja mostró este avance como un triunfo, Ryan sigue sin lograr los 216 apoyos para que la normativa avance al Senado, sobre todo porque este movimiento aleja aún más a los republicanos más moderados, sin contar que en la Cámara alta encontrará muchas más dificultades porque su mayoría es más ajustada.
Así, Trump cruzó la barrera de los 100 días al frente de la Casa Blanca sin poder consumar una de sus más preciadas promesas, que además le ha dado de bruces con la dura realidad que supone gobernar Estados Unidos y negociar con el Capitolio.
Debe ser que, como el propio magnate llegó a justificarse hace unas semanas: "Nadie sabía que el cuidado de salud pudiera ser tan complicado".