En Estados Unidos se le llama fondo de armario, que sería su traducción literal y lo puede instalar cualquier persona sin pedir permiso siempre que sea en la puerta de su casa. Venden de todo, desde ropa a calzado y los más variopintos objetos que se van acumulando en una casa.
No hablamos de personas necesitadas. Es la cultura americana, mucho más práctica en muchos casos que la española, la que hace que las familias se deshagan de lo que ya estorba y saquen un dinero por ello. Y la gente lo compra porque a veces son auténticas gangas, cuando no objetos de coleccionistas a los que en vendedor no le ha dado importancia.
En San Fernando proliferó en los tiempos más duros de la crisis económica, que está mejorando para los que no sufrieron la crisis, y que obligó a muchas personas a poner un tenderete y vender de todo.
Tanto que incluso algunos ya no sacaban el fondo de armario, sino que vendían artículos nuevos y los comerciantes asociados se echaron encima.
A principios de 2015 estalló el conflicto y los vendedores que estaban en la Alameda Moreno de Guerra fueron desalojados. Pasaron meses hasta que encontraron una solución y al día de hoy pueden presumir de que tienen un mercadillo perfectamente organizado, que no tiene nada que ver con el berenjenal de los jueves en la Magdalena donde dejan kilos de plásticos que van a los caños y que es un ejemplo de eficacia en el montaje y en el desmontaje.
Las cosas funcionan
O sea, que han demostrado que las cosas pueden funcionar y de hecho funcionan y también, que además del mercadillo de la Asociación Luz de La Isla que este sábado estaba instalado en el parque Sacramento y los miércoles lo hacen en Reyes Católicos, hasta un centro comercial como el San Fernando Plaza tiene el suyo los domingos.
¿Qué se puede encontrar allí? Desde ropa en buen estado hasta libros que para conseguirlos hay que rastrear internet durante días y con suerte se encuentran, aunque a precios desorbitados. La historia del cine español, dos libros, ocho euros y “en A(r)mazon 345 euros” decía un hombre a este redactor mostrando en el teléfono móvil la reseña del mega almacén americano.
Muchos de los libros -diccionados de la Lengua que costaban un pico a las familias cuando estaban en uso- son para coleccionistas, pero también se puede encontrar un cable para un aparato antiguo que no se usa precisamente porque no hay repuestos para él.
¿Cintas de casetes de Julio Iglesias, sin estiramientos de la cara y con pelo largo? Las hay. Y de muchos cantantes más. Y vinilos. Y pequeños electrodomésticos que pueden servir de atrezzo en cualquier serie de época (reciente) de televisión.
Babuchas, bolsos, zapatos (de tacón y colo verde, para más señas), trajes de niñas, de mujeresm cuadros del Nazareno y de otras imágenes, el mostruo de las galletas, los muñecos de la tele que ya no existen o que cuesta un mundo conseguirlos...
En el mercadillo de la Asociación Luz de La Isla se puede comprar un poco de todo, pero hay algo intangible que va incluido en la compra. E incluso que se lo dan aunque no compre.
Ofrecen recuerdos de otros tiempos, añoranzas de juguetes con los que jugaron en su época, el recuerdo del vendedor de libros del Círculo de Lectores en la puerta de la casa y la satisfacción de que, además, se está generando una actividad económica. Humilde, sí. Pero a veces suficiente para llenar el plato. Un día.
Ya llegarán los grandes proyectos del Janer y Fadricas II. Algún día.