Quien no se lo pase bien el trabajo o quien no haga por pasárselo bien, que es poner un poco de su parte, tiene un problema. Quien se lo pasa bien disfruta y quien hace por pasárselo bien y lo consigue, también disfruta. Si además hace que los demás disfruten, miel sobre hojuelas.
Cuando se entra en Autoservicio Blas en la calle San Juan de la Cruz sin conocer el sitio se queda mirando el rótulo a ver si no se ha equivocado. No necesita ni leerlo porque dentro tienen la ‘radio’ puesta, una canción a capella, canción andaluza preferiblemente pero en español siempre.
No es una radio normal, sino viva. Ángela no sólo es la cajera que atiende a los clientes como si los conociera de toda la vida, que casi los conoce, sino también la que organiza que la señora mayor con las dos manos ocupadas y sin una tercera mano para el bastón, tenga una libre con la ayuda de un empleado de la casa que la ayuda a cruzar.
Alterna la atención al cliente con una copla, o unos versos de la copla y es como un cascabelito al frente de una caja donde todos los que están viven un ambiente agradable. Y eso que están pagando.
Ángela, a la que también llaman la Cajera cantaora, no interpreta un papel que le exija nadie. Ella es así, divertida, cantarina, amable y simpática. Pero desde que se levanta por la mañana hasta que termina el día.
Y la gente, los clientes del establecimiento, pagan, faltaría más, y sufren, que pagando se sufre digan lo digan. Lo decía Falete ("Pagar duele". ¿O era "Amar duele"?). Pero sufren menos.