Las disputas entre Taiwán y China ya alcanzan al Vaticano, que se ha convertido en campo de batalla de sus pugnas personales. Así, el papa tendrá que elegir pronto con qué aliado prefiere jugar en el tablero geopolítico: Taipei, su aliado histórico, o China, el socio que todos quieren tener cerca.
Después de que tanto Pekín como Taipei hayan transmitido esta semana sendas invitaciones para que el pontífice visite ambos territorios, el Vaticano descartó ayer la visita a Taiwán -que China considera como parte de su territorio- asegurando que "no estudia" tal viaje.
La Santa Sede deja así la puerta abierta a un posible viaje a China, país con el que no mantiene relaciones diplomáticas desde 1951, pero con el que atraviesa un momento de distensión tras la firma el pasado 22 de septiembre de un acuerdo histórico -aunque provisional- sobre el nombramiento de obispos, principal motivo de enfrentamiento entre ambas partes.
Algunos expertos consideran que China está llevando a cabo una "jugada maestra", ya que mientras avanza con paso firme para arrebatar a Taiwán a su único aliado diplomático en Europa, también está mejorando su imagen internacionalmente por algo que siempre se le ha criticado: su falta de tolerancia religiosa.
China tiene mucho que ganar y nada que perder en su acercamiento al Vaticano, ya que la Iglesia Católica no muestra ninguna ambición política, una de las grandes preocupaciones para el partido comunista, que reprime cualquier movilización social -aunque sea religiosa-, según los expertos consultados por Efe que prefieren mantener el anonimato.
En poco más de un año, China ha arrebatado a cinco de los aliados diplomáticos de Taiwán, y sigue presionando a los Estados -como el Vaticano- que mantienen lazos diplomáticos con la isla, ya que arrinconarle internacionalmente es una de las principales batallas del régimen comunista en la actualidad.
El establecimiento de lazos diplomáticos entre China y el Vaticano parece una cuestión de tiempo porque hay predisposición, pero no va a ser fácil a corto plazo debido a las exigencias de Pekín.
"El papa quiere ir a China", asegura a Efe el investigador italiano Francesco Sisci que durante décadas ha seguido los lazos chino-vaticanos, aunque opina que "no habrá relaciones diplomáticas pronto" porque "siempre han hablado de normalizar sus relaciones y eso es lo que han conseguido".
El papa ya mostró su interés en visitar China el año pasado porque sería un viaje que "haría bien a todos", aunque reconoció entonces que esta posibilidad aún no se está preparando. Ahora la situación ha cambiado por completo.
Mientras, los católicos taiwaneses siguen con recelo este acercamiento y advierten de que esta situación pueda acabar comprometiendo al papa, que tendrá que ceder ante las exigencias chinas en términos religiosos.
Para el sacerdote chileno Miguel Ángel, basado en Taiwán, el viaje del papa a China podría ser "negativo" ya que dañaría los lazos con la iglesia clandestina y lo pondría en peligro de "manipulación" por parte de Pekín, lo que afectaría negativamente a los fieles chinos y daría una imagen equivocada al mundo.
También el obispo emérito de Hong Kong, Joseph Zen Ze-kiun, ha advertido de que este viaje podría usarse para "fines propagandísticos", ya que el papa no podría reunirse con los católicos chinos que practican la religión desde la clandestinidad.
"Cualquier visita del papa a China continental despertaría gran interés entre la comunidad internacional porque China ha endurecido la supresión de las libertades religiosas", opina el portavoz de la diplomacia taiwanesa, Andrew Lee.
El acercamiento entre China y el Vaticano sigue dividiendo a los católicos en el país asiático, donde el acuerdo provisional fue criticado por obviar la persecución del régimen comunista, que ha encarcelado y obligado a vivir en la clandestinidad a los creyentes que se resistían a someterse al control del partido comunista.
El papa ya ha dicho públicamente que aceptará la invitación para visitar Corea del Norte, por lo que quizás podría incluir a China en su futura gira asiática para escribir un nuevo capítulo en sus relaciones, rotas desde 1951 cuando el papa Pío XII excomulgó a dos obispos designados por Pekín y China respondió con la expulsión del nuncio apostólico, que se asentó en la isla de Taiwán.
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El Vaticano, campo de batalla entre China y Taiwán
Así, el papa tendrá que elegir pronto con qué aliado prefiere jugar en el tablero geopolítico: Taipei, su aliado histórico, o China
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