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Lunes 18/11/2024
 
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Andalucía

“Cuando abracé a los padres de Julen, me desfondé”

Juan Ignacio López Escobar fue uno de los ingenieros de minas participantes en el operativo de rescate de Julen. "Nunca perdimos la esperanza", reconoce

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  • Juan Ignacio López Escobar, atendiendo a los medios en Totalán -

Durante las dos semanas que se prolongó la operación de rescate del pequeño Julen en el cerro de la Corona en Totalán, no faltaron a diario las valoraciones y las explicaciones técnicas de los expertos que participaban en el diseño y coordinación de las prospecciones que debían llevar hasta la localización del niño. Entre ellos se encontraban Ángel García Vidal, encargado de la dirección de las operaciones, y Juan Ignacio López Escobar, ingeniero de Minas, y muy conocido no solo en su ámbito profesional, sino también en el político, puesto que durante doce años fue el delegado de Urbanismo del Ayuntamiento de Arcos de la Frontera (Cádiz) y una figura muy conocida dentro del PP a nivel provincial.

López Escobar no solo se ha encargado de ir narrando a diario el proceso de los trabajos y las dificultades técnicas que se iban encontrando en el cerro de Totalán, sino que ha sido uno de los encargados de trasladar a la opinión pública la voz de los mineros que participaron en el rescate, visibilizando aún más un sector del que poco se habla, pero que sin duda ha recobrado prestigio después de lo ocurrido. Él mismo fue el encargado de comunicad el cariñoso mensaje del equipo de mineros asturianos en el que convirtieron al niño en un minero más: “Ningún minero se queda en la mina, y Julen ahora es un minero”.

Juan Ignacio López Escobar, asturiano de nacimiento, llegó a Arcos en la década de los ochenta  para trabajar como ingeniero de minas, y pronto se convirtió en una de las figuras más destacadas del PP a nivel local y provincial, hasta el punto de convertirse en la mano derecha de quien se convertiría en alcalde de la ciudad, Juan Manuel Armario (1991-2003), y, para muchos, “el cerebro” de la gestión del Ayuntamiento. Hoy día vive en Málaga por razones de trabajo, de ahí que acudiera en un santiamén a socorrer al pequeño Julen con los medios que logró reunir como delegado por Málaga del Colegio Oficial de Ingenieros de Minas  del  Sur, al que llegó en 2014 después de haber sido delegado en Cádiz.  

Vivir en primera persona la desaparición de Julen y el posterior rescate ha debido ser una experiencia que marca a cualquiera...

–Ver una tragedia de este calibre es un antes y un después en la vida. Cuando vives algo así minimizas otros problemas de la vida. Ha sido una experiencia que se inició con una angustia tremenda y terminó con mucho dolor, con el resultado que ya conocemos. Trabajábamos contra una lógica esperando un milagro. Era muy difícil que el niño estuviera con vida, pero el deseo de ese milagro fue el que hizo que todos los equipos trabajaran sin descanso.

Ahora miramos a la figura del minero con mayor cariño, si cabe; una figura que ha recobrado un protagonismo social y profesional...

–En esta tragedia se ha visibilizado la importante labor que hacen el minero y el ingeniero de minas; un trabajo que no siempre se conoce, como la minería en sí.

¿Cómo llegó al caso, a ese pozo de Totalán donde en cierto modo todos hemos estado sumergidos durante casi dos semanas?

–Nada más tener constancia de lo ocurrido, me presenté en el lugar con un compañero ingeniero de minas que también es delegado del Colegio Oficial.  En el operativo había dos compañeros y yo, en cierta manera, fui su imagen.

¿Qué le ha parecido el seguimiento y el enorme impacto mediático en torno a estos trágicos acontecimientos?

–La verdad es que la sociedad española ha estado más pendiente que nunca de los medios de comunicación. Creo que ha sido la noticia más seguida durante muchos años. Creo que hay pocos precedentes de un caso así, de un rescate prácticamente en directo durante 24 horas.

Me consta que casi no ha dormido, que ha estado todo el tiempo muy preocupado. Además, también le ha supuesto un gran esfuerzo atender esa avalancha de medios que han requerido sus explicaciones. ¿Qué factura emocional le ha pasado esta situación?

–Cuando le di un abrazo el pasado domingo a los padres de Julen en el tanatorio, me desfondé. Es el segundo hijo que pierde esta familia que estaba hecha polvo, como todos estábamos hechos polvo. Me quedé desfondado.  En esos momentos sientes un dolor enorme, e imagínate el de los padres... Ha sido un caso horroroso que ojalá no ocurra más. Llegaba tarde a casa, muy cansado, y los medios me requerían para salir en la tele, la radio, los periódicos... A veces sentía impotencia porque no podía dar más explicaciones que las que daba. Jugábamos con el tiempo, con problemas añadidos, con la maquinaria, los compañeros, las fuerzas de seguridad... Y, como digo, dentro de la certeza de la muerte del pequeño porque pasaron muchos días, no perdíamos la esperanza. Eso, insisto, es lo que hizo trabajar a los equipos con mayor diligencia, si cabe.

Dejaron las tareas pendientes por importantes que fueran para ayudar al rescate de Julen...

–Todo pasó a un segundo plano. Por aquí tengo mucho trabajo como adjunto a la Presidencia en el grupo GPG y como consejero delegado de Perseo Ingenieros SA. Estamos haciendo cosas de promoción de Marbella y Fuengirola...

¿Echa de menos la política y la función pública?

–No, no. La política nunca fue para mi algo definitivo. Creo que es bueno pasar por la política como un servicio público, pero durante un tiempo. No me gusta la política como profesión. Soy un amante de mi profesión como ingeniero de minas, pero he de decir que no me han pesado el tiempo y el esfuerzo que he dedicado a la política, de la que he obtenido amigos y conocimientos.

 

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