El Banco de España viene advirtiendo desde principios de año de un nuevo problema para la economía en el que se repiten los errores del pasado, aunque en este caso no sólo en la concesión de hipotecas y créditos sin las suficientes garantías de reintegro, sino en un segmento menos regulado como es el del crédito al consumo.
Si bien las entidades financieras habituales siguen las normas de la principal autoridad bancaria española, existe una auténtica maraña de entidades crediticias que no muestran la misma escrupulosidad que los bancos, a las que se suma un producto que está ya esta creando problemas y se encamina a un desenlace indeseado por cuando a la actividad crediticia se suma un problema social en ciernes.
Se trata de la proliferación y funcionamiento de las llamadas tarjetas revolventes o revolving, instrumentos de pago que se otorgan de forma más discrecional que los créditos habituales y que además no se acompañan de una información exhaustiva al consumidor por parte del prestamista.
Se trata además de una situación que está afectando principalmente a los hogares con menos recursos que con los que están financiado su consumo con crédito, a lo que se une una situación laboral precaria que está a expensas de los vaivenes del mercado.
Es verdad que el ahorro ha descendido a lo largo de este año y el anterior a niveles de casi antes de la crisis, posiblemente pensando en una recuperación económica que realmente no se está dando, pero el caso de la proliferación de estas tarjetas fuera del circuito bancario está cobrándose ya las primeras víctimas. Y cada vez son más numerosas.
Los afectados por este tipo de tarjetas ya están organizándose y poniéndose en manos de abogados que por ahora están ganando los pleitos al demostrar que en la concesión de las tarjetas hubo falta de información por parte de las entidades crediticias.
En Facebook y otras redes sociales ya se intercambia información desde todos los lugares de España y los bancos y entidades en la mayoría de los casos están aceptando acuerdos antes de llegar a los juzgados.
Sin embargo, ese intercambio de información y la información misma sobre el producto es aún escasa y el crédito al consumo sigue creciendo de la misma forma que comienzan a crecer los impagos de unos intereses que se acumulan desde el primer impago o aplazamiento de cuotas.
Yendo por partes, ¿qué es una tarjeta revolvente o revolving?
“Una tarjeta revolving es una tarjeta de crédito y el 99% de las tarjetas de crédito del mercado son revolving. Una tarjeta de crédito revolving o crédito revolving, que no tiene por qué ser con tarjeta, es un crédito que tiene un límite, por ejemplo mil euros y conforme voy haciendo disposiciones de crédito va bajando el límite y conforme voy pagando cuotas voy recuperando capital en la medida en que voy pagando. Es un sistema que se va nutriendo de los propios pagos que vamos haciendo”.
Evidentemente lo dice quien ha explicado qué es una tarjeta revolving, el abogado Alejandro Zambrano García-Ráez. Los problemas comienzan a venir cuando te suben el límite de crédito o incluso cuando te ingresan dinero en la cuenta. “A veces te llaman, pero las condiciones del contrato permiten que lo hagan sin llamarte”.
Obviamente subiendo el límite están tensando la capacidad de devolución del cliente que sabe que ante un apuro tiene un remanente del que puede hacer uso. Pero es que además “no te explican qué intereses vas a pagar, o cuándo lo vas a terminar de pagar a 40 ó 50 euros al mes”.
El permiso para eso -para ingresarte dinero, para para subirte el límite- se da por teléfono después de que en el mejor de los casos te lean las condiciones a toda pastilla mientras el cliente dice sí una vez tras otra hasta terminar la operación que resulta grabada, algo para lo que se debe dar la conformidad con anterioridad.
¿Qué es lo que hace mal el prestatario o el prestamista para que una operación de crédito se convierta en un problema? Por parte del prestatario, de la persona que pide el dinero, evidentemente un mal uso de la tarjeta o del crédito que no tiene por qué ser intencionado -salvo situaciones extremas en las que se incluso se acepta el riesgo- sino consecuencia de un mal cálculo de su solvencia, que es una de las cosas de las está advirtiendo el Banco de España.
Por parte del prestamista, el banco o la entidad crediticia, posiblemente el problema lo produzca la falta de información al cliente que no tiene conocimientos suficientes para saber si esa tarjeta le va a dar un problema o no.
“A todos los clientes que tengo en el bufete, que ya son muchos, les hago la misma pregunta. ¿Sabía usted al firmar el contrato -si lo firmaron, que algunos no lo hicieron- que su tarjeta tenía un tipo de interés del 22, 26, 28 ó 29 por ciento que son los tipos de intereses comunes en tarjetas de crédito? Todos me han dicho que no, aunque esté firmado en el contrato. El problema es que al cliente hay que darle información suficiente para que sepa qué va a hacer con su dinero y normalmente no se hace. Tú tienes que decir al cliente que tiene un 26 por ciento y que si lo paga a 50 euros al mes y dispone de tres o cuatro mil euros va a terminar de pagarlo en 2045. Por ejemplo”.
¿Se siguen dando casos de falta de información y cómo se demuestra que el banco o la entidad crediticia no informó bien al cliente?
“Se siguen dando muchos casos de falta de información, quizá no tanto como antes (de la crisis del 2007) pero sigue habiendo muchos. No es el cliente el que debe acreditar que no lo han informado; es el banco el que debe acreditar que ha informado. Y eso a veces el banco no lo puede acreditar porque no es verdad”.
Lo normal en una comercialización “de laboratorio” es que el prestatario le ponga por delante los papeles al cliente y le dé unos días para que se lea la letra grande y la pequeña y que luego decida si firma o no. Pero no se hace así.
Y se habla de entidades bancarias que suelen cumplir las normas con regularidad. Pero el problema de fondo llega desde otros tipos de prestamistas como son los supermercados, las gasolineras o los expendedores de productos de consumo obligado y diario.
“Si te ofrecen una tarjeta de un supermercado te vende el producto una chica que está en un supermercado que no tiene por qué tener demasiado conocimiento financiero y te pone delante un impreso que se firma corriendo y te vas. La tarjeta de la mandan a tu casa y a veces ni siquiera viene toda la información”.
“Si a mí me aborda un chico o una chica muy simpáticos y me convence de que estoy pagando mucho y que si quiero pagar menos le firme su tarjeta, es muy difícil que yo reciba la información necesaria ahí, de pie, en una galería de un centro comercial. Si voy a una gasolinera y el gasolinero es muy bueno en su oficio pero no tiene por qué tener conocimientos financieros y me vende una tarjeta…"
"En la mayoría de los casos el personal que te vende el producto no tiene conocimientos suficientes; en otros casos, sí. En las entidades bancarias, todos los empleados se les presupone y estoy convencido de que tiene los conocimientos financieros para saber lo que están vendiendo e informarme de lo que me venden. Por eso los productos que venden en las entidades bancarias cumplen con más requisitos que los otros, que son los más problemáticos”.
Para Alejandro Zambrano García-Ráez, esta entrevista es una forma de dar a conocer lo que está ocurriendo con este tipo de tarjetas que más que fidelizar al cliente lo esclaviza porque nunca termina de pagar, de la misma forma que los cláusulas suelo ya son algo conocido por la mayoría y las preferentes una condena de la que muchos fueron absueltos por la Ley, pero que causó estragos incluso en los que recuperaron parte del dinero.