El decreto del estado de alarma ha pasado factura a las relaciones matrimoniales. Inmaculada Marín, portavoz andaluza de la Asociación Española de Abogados de Familia (Aeafa), confirma que, con la desescalada, se han disparado las consultas sobre divorcios. “La situación ha sido excepcional, es lógico que se hayan incrementado los conflictos”, apunta, por su parte, Manuela Gómez, psicóloga sanitaria, forense, terapeuta familiar.
“El confinamiento ha obligado a que nos adaptemos en un tiempo récord a unas nuevas circunstancias”, explica, marcadas por el temor a la infección, pero también por la carga de responsabilidad sobrevenida. “Las parejas con hijos pequeños han tenido que hacerse cargo de su cuidado a tiempo completo y, además, si están empleadas, a teletrabajar”. En muchos casos, los horarios se han alargado y, prácticamente en todos, los espacios individuales se han esfumado. “En una pareja hay que compartir objetivos comunes pero también conservar cierta independencia personal. Es lo saludable”, añade la psicóloga.
La preocupación por la marcha de la economía y la estabilidad laboral también ha añadido estrés y tensión durante estas semanas.
No obstante, aconseja hacer un ejercicio de reflexión sobre las causas que llevan a plantearse el divorcio. “Si antes del confinamiento no había problemas, si todo ha surgido a raíz del encierro, habría que darse un tiempo, tomarlo con tranquilidad, porque esta viviencia ha sido extraordinaria y poco a poco se volverá a la normalidad”, afirma.
No obstante, por la experiencia profesional de Inmaculada Marín, si se tiene claro, lo único que “demorará la decisión” serán las condiciones económicas.
Basta con echar la vista atrás y comprobar las cifras registradas durante los años de la crisis financiera iniciada con el crack de 2008. Justo un año antes de que se desatara el caos, aún de bonanza, la provincia anotó 3.248 divorcios y 345 separaciones, todo un récord histórico.
En mitad de la tormenta, en el año 2013, la cifra se rebajó a 2.745 en el caso de divorcios y 218 en separaciones, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). La recuperación, a partir de 2015, marcó un nuevo incremento de las disoluciones matrimoniales, con un 6,9% más.
Entonces, como ahora, también existió una mayor demanda para revisar las medidas de guardia y custodia, así como la del pago de pensiones. Por una parte, las restricciones en la movilidad han impedido en ocasiones el cumplimiento de las medidas acordadas o dispuestas por el juez. Por otro, la necesidad aprieta ya, afirma Marín quien, pese a todo, ha podido comprobar cómo en estos momentos difíciles, al menos en su despacho, ha percibido una mayor voluntad para alcanzar acuerdos. “Ha existido una mayor solidaridad entre los integrantes de la pareja”, asegura, porque el miedo al virus se ha impuesto a los recelos.