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Luchando contra el Covid y la administración desde casa

Una familia denuncia la descoordinación del centro de salud de San Benito a la hora de atender su caso, lo que le ha provocado un “daño moral"

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  • Centro de salud de San Benito. -

El calvario de Eva y su familia comenzó el pasado jueves 30 de julio. Hasta ese día tanto ella como su marido y sus dos hijos habían vivido la pandemia a distancia. Se hablaba del Covid, pero no era algo tangible en casa. Además, entonces los rebrotes parecían aún algo lejano. De hecho, los partes diarios de la Junta apenas ofrecían datos de nuevos contagios desde hacía ya varias semanas. A punto de caer la hoja del almanaque que nos llevaría a agosto, la familia de Eva se disponía a salir de vacaciones en compañía de unos amigos. Con la prudencia necesaria, pero con el deseo también de compartir momentos con quienes apenas se había mantenido contacto personal en los últimos meses.

Todo cambia cuando uno de sus dos hijos, Julio, de 21 años, manifiesta dolores en la boca como consecuencia de unas llagas sangrantes y fiebre de carácter leve. Así que acuden al centro de salud de San Benito para ver qué ocurre y la doctora que les atiende decide hacerle una prueba PCR “por precaución”. En casa de Eva empiezan a sonar las alarmas. La prueba se realiza el viernes 31, sobre las 16.00 horas. Para entonces, la familia ha decidido ya restringir al máximo sus salidas por lo que pueda pasar. El caso es que Julio y su madre regresan a casa en la tarde de ese viernes sin conocer el resultado de la prueba, pero con la esperanza de que haya dado negativo. “Me dijeron que si era positivo me lo comunicarían por teléfono y que no me preocupara porque los resultados estarían en cuatro o cinco horas”, recuerda Eva.

La tarde y la noche pasaron en blanco. Nadie les llamó del centro de salud para comunicar las conclusiones de esa PCR. De modo que el padre de Julio se presentó en el centro de salud el sábado para interesarse por ese resultado. Para su sorpresa, es positivo. Le dan unas instrucciones en un papel, le dicen que se vaya a casa a guardar la cuarentena y que ya le llamarán. La sensación, además, es que “le echan de allí como si fuera un apestado”.

Aquí es cuando la familia de Eva empieza a advertir cierta descoordinación en el centro de salud, porque nadie les informó del resultado positivo de la prueba PCR. “Parece que no tenían pensamiento de decirnos nada hasta el lunes, lo que hubiera tenido consecuencias gravísimas porque nosotros nos marchábamos de vacaciones junto a unos amigos y teníamos idea de visitar a familiares con patologías previas”, advierte Eva.

Nada más tener conocimiento del positivo empiezan a informar a todas aquellas personas con las que habían mantenido contacto en los días previos, una labor de rastreo que difícilmente hubiera asumido el centro de salud cuando ni siquiera les había comunicado su positivo. Muchos de esos contactos se trasladan por su cuenta al hospital para hacerse la PCR, pero las invitan a regresar el lunes. Sólo atienden a la novia de Julio, que por espacio de ocho horas convive en el centro sanitario con “personas sospechosas de Covid y graves dificultades para respirar”. Afortunadamente da negativo en la prueba PCR.

El centro de salud inicia la labor de rastreo el domingo, cuando una doctora llama por teléfono para que le confirmen una serie de nombres que curiosamente coincide con las personas que el día anterior se habían presentado en el hospital. Ese mismo día el estado de Julio empeora. El sangrado de la boca se agrava y los dolores son ya insoportables. A través del 061 le recetan Nolotil y paracetamol. Como disponían de algunos restos en casa no acuden a la farmacia hasta el lunes. Lo hace una amiga de la familia y se encuentro con la sorpresa de que desde el sábado tenían en la tarjeta un antibiótico para tres días que teóricamente debía haber evitado el agravamiento del estado de Julio. Ese mismo día se realizan las pruebas PCR los otros tres miembros de la familia.

La historia se repite. Pasan las horas y nadie llama a informar de los resultados, de modo que el martes empiezan a llamar al centro de salud para interesarse por ellos. Pero no hay forma de que nadie les atienda. Sobre las 16.00 horas, Eva se persona en el centro para que alguien les informe. La envían a su casa y posteriormente le comunican por teléfono que las pruebas han dado resultado negativo. La familia se siente “impotente y desatendida”. Tienen la impresión de que la administración pública va siempre por detrás de ellos.

El viernes 7 de agosto les llaman para interesarse por la evolución de Julio. Su estado ha mejorado notablemente con la toma del antibiótico y el resto de la familia no presenta ningún síntoma. Aprovechan para informar de que harán una segunda PCR al positivo. El lunes 10 vuelven a llamar y los dan a todos de alta a pesar de que no han transcurrido 14 días desde el inicio de la cuarentena. Además, y para sorpresa de todos, ahora les dicen que no se hará esa segunda prueba.

Ese mismo día, Eva acude al centro de salud a solicitar los partes de alta y demás documentación de todo el proceso. Mantiene incluso una larga conversación con el director del centro, al que reclama esa segunda PCR que ahora se le niega.

Le ofrecen una IgG que consideran incompleta pero aún la realización de la prueba se convierte en una odisea. Se realiza el jueves 13 a las 08.30 horasy el martes 18 aún no hay resultados. Ese día, su médico de cabecera toma las riendas del caso y se compromete a solicitar una PCR en caso de que la IgG salga negativa, como así ocurre. La próxima cita con la PCR es para el 25 de agosto.

La familia de Eva denuncia “el trato, la dejadez y la descoordinación” del centro. Durante todo este tiempo se han sentido “abandonados”. Es el virus de la impotencia, para el que nadie parece estar buscando una vacuna. 

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