La larga eslora en perfecta relación con el ancho de su manga y la altura de su puntal debían de ser suficientes para creer que este barco que es nuestra nación, tiene condiciones suficientes para ser un gran navío. Pero España se mueve entre dos aguas, las oceánicas y las mediterráneas y el estrecho o nexo de unión entre ambas, cada día se estenosa más, recordando tiempos previos en que su obstrucción hizo teñirse de rojo escarlata ambas superficies. Ahora dos enormes agujeros intentan ahogar el casco del buque. Es uno de ellos el de la morbilidad y mortalidad de aguas cargadas de patógenos virales y el otro lleva un caudal doble, el de la ruina económica y el del desvarío gubernamental con quebranto de la unidad del país y de la independencia de sus instituciones.
Paseo por las salas del Museo. Un rótulo me indica que estamos en la Sala De Velázquez. El verse inmerso en el Siglo de Oro español enorgullece y extasia. Delante de mí un cuadro: Los borrachos o el Triunfo de Baco. Cien ducados se le pagó a Velázquez por esta pintura. El lienzo es una aceptación del materialismo frente a la mitología. Gira alrededor de dos centros fundamentales. Uno la reluciente jarra que contiene el ingrediente necesario para distraídos y abstraídos, que finalmente formaran el corro de seguidores que alientan a los partidos. El otro, es el dios Baco que ha adquirido forma material, preside - es el presidente - e invita a acercarse para que se pueda comprobar cómo se ríe de los dioses. Lleva el torso desnudo para indicar que los ropajes utilizados hasta entonces no le van y su piel es de color más clara y tersa que la de los demás, demostrando que es el elegido. La parte inferior de su cuerpo la cubre con una doble túnica, blanca de fingida pureza y otra rosácea, para empatizar con el personaje que tiene a su izquierda en el lienzo. Delante suya arrodillado tiene un personaje bien vestido con correaje y arma punzante a la espalda, al que le sostiene sobre su cabeza una corona de hojas de hiedra, que puede poner o quitar a su capricho y que parece representar al jefe supremo de las fuerzas armadas de la zona. A su izquierda, como antes he citado, hay un personaje recostado, con torso desnudo, lo que indica que es de la misma cuerda que el Dios Baco, luce un rostro que quiere ocultar una risa sardónica y lleva el pelo recogido en una pequeña coleta. En su mano izquierda (no podía ser otra) alza una copa en señal de brindis de felicidad por encontrarse dentro de un lienzo al que no podía ni soñar, coronado y con categoría de semidios. Por delante de todo el cuadro hay un personaje oculto, misterioso, en la penumbra, pero incluido como cosa pública o res publica al que todavía no le ha llegado el momento de descubrirse.
Cinco personajes hay en la parte derecha del cuadro. Dos de ellos muy cercanos, están exultantes y con el rostro abotargado por el Ingreso del líquido vital en su organismo que el dios Baco próximo a ellos le ha ofrecido. Incluso invitan a beber.
Todos ellos mal vestidos, con los rostros desgastados por los años de miseria. Uno de ellos arrodillado y serio, mira al que “preside”y parece indicarle que reflexione, racionalice y respete las tradiciones y divinidades existentes impidiendo la alcoholización ideológica, que puede acabar siendo agresiva y sangrienta. Otro esconde su rostro con el sombrero a oscuras sin querer dar color a la situación. Representa a esos “ciudadanos” que esperan ver el giro de los acontecimientos para virar hacia el lado más conveniente. En la parte más externa del lienzo un hombre de rostro compungido, de tristeza, que reconoce no tener capacidad numérica para acabar con esta bacanal pagana, se da cuenta de la indiferencia de la mirada del dios/presidente al que sólo le importa salir en el cuadro mostrando su silueta. Por eso mira al pintor.
Fantasia se dirá que es la palabra que define este relato, pero los cuadros a veces son pensamientos íntimos que el autor para darlos a conocer los cubre con los trazos artísticos que salen de su pincel y hay semejanzas que dejan minúsculo al Teorema de Tales. El epílogo recuerda al de las películas. Los personajes... etc. son imaginarios, cualquier semejanza con la realidad es “pura coincidencia”.
Una vez fuera del tumulto, un hecho me llama la atención. No hay instrumentos musicales en el cuadro. Falta la canción, pero es lógico pensar que no eran precisos, porque los borrachos nunca tendrán capacidad para tañir las cuerdas de cualquier instrumento musical.
¿Del barco? No me preguntéis. Tendrán que pasar más que meses, años, para que unos mecánicos bien especializados emerjan en su cubierta y sean capaces de taponar segura y firmemente las dos oquedades que pueden llegar a hundirlo. Tras ello habrá que empezar de nuevo, hecho tan difícil como posible.
Desde la Bahía
Pura coincidencia
El epílogo recuerda al de las películas. Los personajes... etc. son imaginarios, cualquier semejanza con la realidad es “pura coincidencia”.
José Chamorro López
José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando
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