En el otoño de 2017, un grupo de científicos hawaianos detectaron a través del telescopio la presencia de un nuevo objeto interestelar en el sistema solar. Durante los once días que estuvo a su alcance pudieron confirmar que no se trataba de un cometa ni de un asteroide, pero en vez de encontrar una respuesta solo hallaron interrogantes; tantos como para no eludir la tentación de ponerle nombre al fenómeno, al que bautizaron como Oumuamua, que en hawaiano significa “explorador”.
A diferencia del monolito de 2001, que era un poliedro perfecto, como de mármol negro, Oumuamua era irregularmente plano, luminoso, no tenía cola ni emanaba gases y viajaba alrededor del sol, aunque su explicación se encuentra muy cerca de la que dio Arthur C. Clarke al de su propia invención, entre otras cosas porque, como advierte Abraham Loeb, catedrático de Astrofísica de la Universidad de Harvard, la respuesta más próxima a la verdad suele ser “la explicación más simple” y, en este caso, debe tratarse de “un vestigio tecnológico de una civilización inteligente”.
Loeb, una eminencia científica, lo cuenta en su último libro, Extraterrestres, donde no alerta de una invasión alienígena, pese a que algunos lo crean más probable que la derrota del Covid 19, pero sí de un “clima intelectual hostil” a la hora de abordar este tipo de cuestiones; y no quiero contradecir a mi tocayo, pero eso también pasa al abordar muchas otras, de ahí que su invitación a encontrar “la explicación más simple”, como inspirada por Guillermo de Ockham, nos sirva para afrontar otros misterios insondables, como el de la contabilización diaria de contagios, que ha llevado a varios alcaldes y a la presidenta de la Diputación a expresar su queja públicamente.
Su conclusión, la explicación más simple, es que esos datos no se notifican en tiempo real, sino de forma arbitraria, ni son reales. Este miércoles, por ejemplo, se marcó un nuevo máximo de contagios en 24 horas a nivel provincial: 2.132. Sin embargo, 1.300 se correspondían al Campo de Gibraltar, lo que disparó la tasa de incidencia en varios municipios y provocó el cierre de sus actividades no esenciales. Hay un error de cálculo en la crítica, ya que esos 1.300 contagios existen, no son inventados -otra cosa es que incluso se aliente la sospecha de que puedan ser más-, pero es cierto que si no se han notificado gradualmente, como se cree que debería haber sido, invitan a generar cierta confusión entre la población y, peor aún, entre los propios negocios que se pueden ver afectados por las medidas de un día para otro. Se habla de falta de transparencia, pero no creo que haya premeditación; en todo caso, falta de confianza entre administraciones: la historia de siempre, la explicación más simple.
Basta con ver la escenificación política en torno a la crisis económica derivada de la sanitaria. Todos coinciden en apuntar soluciones para la recuperación económica, incluso para sectores concretos, como el turismo, pero no son capaces de afrontar las peticiones unidos, entre otros motivos porque cada uno utiliza sus argumentos para reivindicar ante el gobierno de signo diferente, hasta convertir un acto de justicia en un acto político. Así, el PSOE eleva su propuesta al gobierno autonómico, y el PP lo hace al gobierno central, donde no hallarán sino confrontación. Podrían probar a hacerlo al contrario -el PSOE a Madrid y el PP a Sevilla-; al menos así jugarían en casa y puede que todos salieran ganando, pero ya sabemos que solo entienden de victorias electorales -en eso tampoco hemos cambiado-.
Este miércoles, por cierto -y volvemos a la “teoría del grifo” de Juanma Moreno-, varios municipios pueden volver a recuperar su actividad económica si mantienen su tasa por debajo de los mil casos. La pregunta puede crear sarpullidos, y sería innecesaria si las administraciones hubieran previsto realmente medidas compensatorias, pero se antoja oportuna: ¿No sería aconsejable modificar la norma y mantener el cierre hasta consolidar la reducción de la tasa por debajo de los 500 para no incurrir en el mismo error de diciembre? Hay ocasiones en que las preguntas también pueden formularse desde la explicación más simple.