Desde que INFORMACIÓN publicó el primer caso positivo de coronavirus en Cádiz, Javier Jiménez Páez, subteniente de la Armada Española con destino en la Base Naval de Rota, la provincia ha vivido un año de vértigo, marcado por el miedo, la incertidumbre y el sufrimiento causados por el Covid-19, tres olas, 70.710 infectados y 1.289 víctimas mortales.
“En ese primer momento, la enfermedad no existía para las autoridades sanitarias”, lamenta el doctor Francisco Moreno, miembro de la Sociedad Andaluza de Alergología e Inmunología Clínica (Alergosur). “El Gobierno había desoído hasta tres alertas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y no había capacidad de diagnosticar”, explica. Por lo tanto, la Administración no tomó decisiones para atajar el avance del patógeno. “Íbamos varios pasos por detrás del virus”, subraya.
La explosión de contagios obligó a decretar el estado de alarma y el confinamiento duro a mediados de marzo. “Cádiz se libró de lo peor porque no fue objetivo del éxodo masivo” desde Madrid, principalmente, previo a la suspensión de la movilidad,ese a los episodios puntuales que se registraron en El Puerto y Chiclana, sostiene.
“La primera ola no es comparable con lo que vino después”, confirma, por su parte, Juan Antonio Córdoba, especialista en medicina preventiva y salud pública y responsable de la Unidad de Promoción y Vigilancia de la Salud del Hospital de Jerez, quien señala que la tasa de incidencia máxima en esa etapa fue de 58,2 casos por cada 100.000 habitantes; en la segunda, se alcanzó un pico máximo de 552,9, el 18 de noviembre; y, en la tercera, 1.257,9, el 27 de enero.
El uso generalizado de test de antígenos para el diagnóstico disparó la estadísitca y fue clave para contener los contagios. “Son baratos, rápidos en sus resultados y funcionan especialmente bien para detectar el virus en los primeros cinco días de la infección”, señala. También resultó efectivo el uso de rastreadores, aunque el número ha sido insuficiente en ocasiones y ha lastrado la atención primaria, dado que se han dedicado a estas labores enfermeros.
Con todo, la prevalencia bajó hasta casi cero. Pero la desescalada y el verano pasaron factura. “En otoño volvimos a la situación original con una diferencia: esta vez la ola afectó a todos los territorios porque no había restricciones a la movilidad tan severas”, afirma Moreno.
La provincia no pudo esquivar el golpe, que fue hasta cuatro veces más potente que en la primera ola: el coronavirus se cobró la vida de 405 personas, que se sumaron a las 114 registradas hasta entonces. Lo peor, sin embargo, estaba por llegar, con otros 770 muertos.
El Puente de la Constitución marca el punto de inflexión. “La tercera ola no comenzó de cero”, subraya Córdoba. Si en verano hubo una profunda depresión en la curva, diciembre no dio tregua con cifras de contagios muy elevadas. La relajación de las prohibiciones coincidiendo con las fiestas navideñas favoreció, igualmente, la propagación del virus, cuya variante británica sumó en el caos defintivamente a la provincia en enero.
“Entre la segunda semana de enero y la primera de febrero -recuerda el también miembro del Grupo para la Investigación en Salud Pública de Cádiz (Gispca)-, se produjeron más de 45 ingresos en UCI cada siete días”; en la segunda ola el máximo fue de 30 y, en la primera, 27. Moreno da por hecho que esta cepa, que llega a la provincia a través de Gibraltar, no solo es más contagiosa sino también más agresiva, lo que explica la elevadísima incidencia en La Línea, primero, y en la comarca después. Y, dado que ahora es la causante de más del 60% del total de los casos, considera que sería recomendable elevar por encima del 70% los objetivos de vacunación para dar por lograda la inmunidad de rebaño.
En cualquier caso, el incremento del ritmo de la administración del fármaco es de vital importancia para que una cuarta ola no cause los mismos estragos. “La OMS recomendó aislar a los enfermos, diagnosticar para frenar contagios y proteger a los más vulnerables” y, especialmente, en la tercera recomendación, “hemos fallado”, agrega.
En la primer ola, el 54,7% de los fallecidos en Cádiz tenía más de 80 años; y un 25,3%, entre los 70 y los 79. Estos porcentajes se han mantenido casi invariables en la segunda (46,2% y 25,5%) y en la tercera ola (51,4% y 28%). Además, desde otoño, los pacientes que requerían ingreso superaban los 70 años en un 70%. Así que, si se cubren grupos de edad con el fármaco, Córdoba estima que podríamos afrontar un repunte con una reducción considerable, en torno a la mitad, tanto en atención hospitalaria como en fallecimientos. Hasta ahora han recibido las dos dosis 34.904 gaditanos y han superado la enfermedad otras 44.719, que tienen inmunidad natural. Será necesario, no obstante, mantener restricciones. Hay esperanza pero algunos modelos predictivos, como el del Institute for Health Metrics and Evaluation en la Universidad de Washington, prevén una media de 4.800 casos diarios en Andalucía en junio, niveles similares a los registrados en la segunda ola.