PAULA CÁRDENAS CRUZ (Jaén, 1999) disfrutaba hace un año de su estancia Erasmus en Lyon (Francia), donde se trasladó en septiembre de 2019 para continuar los estudios de Administración de Empresas que comenzó en la Universidad de Jaén en 2017.
Tenía que volver en junio de 2020, pero el decreto del estado de alarma le robó “una de las mejores experiencias” de su vida y el 14 de marzo regresaba a la capital, junto a sus padres y dos hermanas. “Lo estaba pasando genial. Estaba siendo una experiencia muy enriquecedora. Era la primera vez que salía de casa de mis padres. Estaba llevando la vida que ahora sé que quiero tener”, recuerda. Sus padres le comunicaron que tenía que volver y de un día para otro, regresó.
“Tuve un día para arreglar todo. Hasta tuve que salir corriendo a comprar maletas por todo lo acumulado en la residencia de estudiantes. No me dio tiempo a nada. Después de un mes de gestiones y, a través de una empresa de mudanza española, logré que a finales de mayo me llegara la ropa y las pertenencias que no me puede traer”, rememora. Ya estaba en shock y el impacto fue mayor al llegar a Jaén. “Nunca me hubiera imaginado las calles tan vacías por el confinamiento o la locura en los supermercados. No tuve miedo, pero sí sentí la histeria colectiva al ver cómo se comportaba la gente. Nunca pensé que el estado de alarma duraría tanto”, explica. De un día para otro tuvo que volver a casa y no en circunstancias normales, sino para confinarse. “Somos cinco en casa y no voy a negar que las peleas eran cada dos por tres. Me vi sin vida social, encerrada, sin poder salir a la calle y ver a nadie. Me prestaba siempre para salir cuando se podía. Lo necesitaba”, dice.
Es la mayor de tres hermanas y a su realidad familiar se unía la universitaria, con clases online que algún día se prolongaron durante nueve horas. “Mi piso no es muy grande y siendo cinco, pasábamos el mayor tiempo en el salón. No podía estar sola si no era en la terraza o en mi habitación. Con las clases online algún día fue insoportable. Salir a la Universidad me despejaba, pero cuando cortaron la presencialidad ya sí sentí que no tenía ninguna vida social, que me robaban mi libertad”, asegura.
El contacto virtual con sus amigas la salvó. También con quienes conoció en Lyon. “Todos los días nos veíamos por video-llamadas. Mi alegría es haber podido mantener las amistades del Erasmus”, afirma. Con la desescalada se animó a correr. Se permitía salir a hacer deporte y no lo dudó. “Me compré unas deportivas y me eché a correr. Cuando ampliaron los horarios fue una celebración. Tenía ansias de salir y pasar todas las horas posibles con mis amigas”, apunta, reconociendo que le han robado momentos irrecuperables de su juventud, “al no tener libertad, ni vida social, ni conocer a personas”.
A este respecto, reflexiona que “a la sociedad le va a costar volver a dar dos besos a la hora de conocer a alguien”. Paula se ha cuidado y ha cuidado a otros cumpliendo las normas restrictivas. “Nunca me he saltado las normas. He sido responsable por mi y por todos”, explica.
Pero en esta pandemia, la juventud ha estado en el punto de mira, por actos irresponsables e incívicos que han puesto en peligro a otros como la propia familia y entre ésta, las personas mayores. “Me daba coraje ver cómo se saltaban las normas, jóvenes y no tan jóvenes. La pandemia la frena la responsabilidad de todos”, espeta.
La pandemia la ha hecho más cariñosa, más empática y la ha unido aún más a su familia. “Siempre hemos sido un pack”, dice entre risas. Ha aprendido a valorar el tiempo, “a vivir la vida cada día como si fuera el último”, y no tiene duda de que quiere viajar y que volverá a Lyon, a recuperar el tiempo que le ha robado el Covid-19
