Sevilla y su sentir cofrade evoluciona, parcialmente. El Domingo de Ramos ha vuelto a reanimar las constantes vitales de una ciudad adormecida durante un largo año, aunque la falta de cofradías en las calles es, visiblemente, insustituible. En muchos templos donde radican las Hermandades de esta jornada se han visto lágrimas recorriendo las mejillas de muchos sevillanos. Lágrimas de desconsuelo pero, sobre todo, de impotencia. Porque a pesar de que el sol brindó un Domingo de Palmas casi inmejorable en lo climatológico, lo cierto y verdad es que los hermanos y devotos de cofradías como la Estrella, la Hiniesta, la Paz o la Cena, entre otras, se preguntaban entre el murmullo de las visitas si quizás no era mejor una Semana Santa con la ausencia total de sentimientos, “como la del pasado año”.
Pero desde primeras horas, al repique de campanas de la Giralda, la Sevilla cofrade volvía a despertar de su letargo para, al menos, consolarse con altares efímeros e imágenes inéditas que nos dejaron este extraño Domingo de Ramos. En el Porvenir, a la hora que tenía que poner su cruz de guía en la calle la Hermandad de la Paz, sonaba el ‘Ave María’ entre violines y tenores, y se escuchaba el llanto de algún que otro hermano. Mientras tanto, en la plaza de Molviedro, las imágenes de Jesús Despojado parecían estar preparadas para cruzar aquel pequeño dintel.
En Triana, en cambio, todas las miradas apuntaban al notable cambio de la capilla de la Estrella, tras la reforma integral de sus dependencias de la calle San Jacinto. Y como cualquier Domingo de Ramos, las colas se perdían en el horizonte. No eran más reducidas en el Salvador o en San Juan de la Palma, donde las Hermandades del Amor y la Amargura, respectivamente, reflejaban su solera con una puesta en escena exquisita para todos los visitantes que, con mucha paciencia y con la responsabilidad personal por bandera, tuvieron la fortuna de admirar sus populares imágenes.
En la Iglesia de los Terceros, el misterio completo de Ortega Bru rodeando al Cristo de la Sagrada Cena dejaba, sin duda, una de las fotografías de esta jornada. Mientras que en el barrio de San Julián todo era fervor y música, y es que las bandas que acompañan cada Domingo de Ramos a la Hiniesta deleitaron con sus sones a los hermanos que visitaban el misterio del Calvario formado para esta histórica ocasión sobre el paso procesional.
Y, por último, la sencillez más elegante se trazaba en la Parroquia de San Roque con la Virgen de la Esperanza alzada en un altar ante el que la ciudad imploraba la esperanza que tanto falta en tiempos de pandemia.
Sol, calor y bares llenos
La temperatura de este Domingo de Ramos fue otro de los grandes alicientes de este arranque de la Semana Santa sin procesiones. Y es que la ciudad se volcó desde primeras horas del día con las multitudinarias visitas a los templos. Al albor del mediodía, con un calor que ya se echaba en falta -se superaron los 30 grados-, las terrazas de los bares y restaurantes del Centro, de Triana, de la Ronda Histórica o del Porvenir comenzaron a llenarse hasta colgar el “no reserves, no cabemos”.
La hostelería, tan castigada durante estos meses a causa de las restricciones, fue sin duda uno de los sectores más beneficiados de este Domingo de Ramos sin cofradías en las calles.
Estrictos con las medidas
A pesar del bullicio y las interminables colas en todos los puntos cardinales de Sevilla, la ciudadanía entendió desde el primer momento que nada de esto podría celebrarse sin el cumplimiento estricto de las medidas. En los accesos de todas las iglesias, agentes de la Policía Local velaban por el cumplimiento de las normas sanitarias.
Además, en el interior de los templos, los propios responsables de las cofradías se encargaban de disolver corrillos o de indicar el camino a seguir para entrar y salir en las visitas. Todo es poco para velar por la seguridad.