Andy se emociona cuando recuerda que, su padre, el político catalán ya fallecido Ramón Trías Fargas, siempre le transmitía lo mucho que deseaba verle a él, con un síndrome de down, con trabajo.
“Le quiero decir a mi padre que ya estoy trabajando”, confiesa Andy, de 36 años y que desde hace tres es auxiliar administrativo de CosmoCaixa en Barcelona. Acceder a un trabajo le ha ayudado a independizarse e irse a vivir con su pareja.
Tolo, de 19 años y también discapacitado, sabe bien lo que es estar en paro. Su contrato como conservador forestal en Palma de Mallorca terminó a mediados de octubre y, mientras duró, le permitió “tener un poco de dinero, lograr el carné de conducir y salir con los amigos”.
“En el paro hay muy poco que hacer”, argumenta Tolo.
Alberto ha tenido más suerte y desde hace dos años forma parte del grupo de investigación de Neuro-Computación y Neuro-Robótica de la Universidad Complutense de Madrid.
La idea de contratar a Alberto, un discapacitado con “enormes habilidades informáticas y conocimiento lingüístico”, nació de la necesidad de que “todos seamos la misma sociedad” y de que ellos participen como uno más, según la directora de este grupo, Celia Sánchez-Ramos.
“A Alberto jamás se le olvida una tilde”, añade la investigadora. Él mismo reconoce que el trabajo le ha proporcionado la oportunidad de relacionarse “con muchas más personas y ser más independiente”.
Tanto Alberto como María, otra discapacitada que trabaja en este grupo, elaboran bases de datos, responden correos electrónicos o llevan el control de la asistencia de los alumnos a las clases.
Cermi recuerda que sin empleo las personas con discapacidad se sitúan en “peligrosas posiciones” de exclusión social y limitan su autonomía personal, por lo que solicita un “plan urgente de choque contra la destrucción de empleo”.
Alberto y María se han vuelto “imprescindibles”, según la directora del grupo de investigación, que sentencia que “sin integración laboral no es posible una integración social”.
En el centro especial de empleo La Veguilla, situado en Madrid, cien discapacitados producen cinco millones de plantas florales cada año.
Su secretario general, José Alberto Torres, ha considerado que “resolver la vida de estos jóvenes de manera eficaz solo se logra con el trabajo y con unos ingresos que permitan su independencia”.
Las administraciones, según Torres, no solo no “ayudan lo necesario” sino que a menudo imponen “trabas que convierten el camino de empresas como ésta en un campo de minas”.
En este sentido, según Cermi, la actual situación económica perjudica de manera muy significativa al empleo protegido y a las empresas de iniciativa social, por lo que se necesitan “políticas activas y enérgicas”.
“Si no hubiera sido por mi padre todo lo que se está haciendo ahora no se hubiera podido hacer”, ha señalado Andy Trías, quien subraya el esfuerzo de las familias.
Trías llega a su oficina a las nueve y media de la mañana y son “el empeño y las ganas” las claves que encuentra cada día en su trabajo. “El hecho de que tengamos un cromosoma más no cambia nada; somos personas igual que las demás”, ha resaltado.
“Solo pedimos que se nos trate como a los demás y estar dentro de esta sociedad”, ha añadido Trías, quien ha considerado “fundamental” el trabajar.