La inspiración puede llegar en cualquier momento. Y cuando no existían los móviles cualquier papel era bueno. En una quiniela de mayo de 1971, entre un Valencia-Mallorca y un Atlético de Madrid-Oviedo, apuntó “Porque te he visto mil veces detrás de la puerta”. Quizá era un trozo de un cuplé. O una cuarteta. En el reverso de un electrocardiograma versionó una alegría “Estero de Sancti Petri, salina de San Fernando”. Gustavo Rosales, y después su hijo, Manuel Rosales, amaba tanto el carnaval de Cádiz que cada cosa que escribía, cada libreto que encontraba, cada cinta que grababa lo metía en un baúl a modo de tesoro. Ese inmenso archivo, oro puro para el aficionado a la fiesta gaditana, se está digitalizando ya en el Archivo Histórico Municipal de Cádiz.
“Hay fotos antiguas de sus agrupaciones, con El Quini, recogiendo el antifaz de oro; hay carnés de acreditaciones, muchos libretos dedicados por componentes, cintas de cassettes con ensayos y músicas inéditas”, repasa José Fernández, mientras lee en su ordenador el listado de objetos ya inventariados. Fernández trabaja en el Archivo Histórico Municipal, donde es especialista en documentar el carnaval de Cádiz. Todas estas piezas han sido donadas por Pilar Vázquez Romero, prima de Agüillo hijo, tras el reciente fallecimiento su tía Soledad Rosales, que había sido la última de la familia que había conservado el valioso material.
Gustavo, el padre, inculcó a su hijo Manuel la pasión por almacenar todo aquello que los vinculaba al carnaval. El patriarca, que recibió el sobrenombre de Agüillo, había salido en carnaval antes de la guerra. Su debut fue con el coro Las Mariposas, en 1934. La dictadura prohibió el carnaval y Rosales fue uno de los primeros en escribir un coro cuando se levantó la veda. Firmó en 1949 “Los molineros”. Y después vendrían muchas agrupaciones más como “Los gondoleros de Venecia”, “Los cinco latosos y uno más”, “Los cristobalitos” o “Los Ceporros”, esta última una chirigota de 1968.
Los archivos que guardaron los Agüillo muestran que aquel año, en 1968, la censura permanecía plenamente activa y todas las letras tenían que pasar por los censores. Superó el filtro un pasodoble presentación con elogios a José León de Carranza, en el año previo a la inauguración del puente que llevaba su nombre. Y otro a la reina de las fiestas, que fue María Amalia Guillén. Pero la censura vetó otras letras más divertidas y picantes, como aquella en la que el ceporro quería comer conejo en cazuela, especialidad de su mozuela. La censura tachó aquellas letras con el contundente mensaje “ni en teatro, ni impreso”.
Agüillo padre guardaba todo. También esos remiendos de la censura a sus propios repertorios. O las letras que apuntaba en las quinielas y electros. O los libretos que encontraba, como uno de 1923, de la agrupación “Los flamencos”, en cuya portada se anunciaba la marca de vino La Diana. Papel superviviente a 98 años de historia.
Todo ese material estaba en la casa de Los Agüillo. Cuando faltó su padre, lo guardó todo su hijo, Manuel, quien había heredado también el talento paterno para hacer carnaval, aunque él lo enfocó a hacer grande una modalidad entonces en ciernes. Su “Don Mendo y sus mendas lerendas” es para muchos expertos un referente en el nacimiento del cuarteto clásico del carnaval de Cádiz, como una especie de medida de lo que es y debe ser esta modalidad en cuanto a rima, la entonación, o ingenio.
La fama que le dieron sus cuartetos hizo que otro autores le llamaran para que les escribiera sus cuplés. Ocurrió así con la Peña Nuestra Andalucía, a cuyos ensayos Agüillo hijo acudía con sus grabadora. Registró así momentos tan especiales como el ensayo de la mítica comparsa que puso el nombre a la peña, “Nuestra Andalucía”, de 1977, en la que se escucha la primera versión del pasodoble, muy distinta, sobre todo a partir del trío, de la definitiva.
Esas cintas también estaban en las cajas que los Agüillo guardaban como tesoros. También suena un joven Martínez Ares tarareando las músicas de su primera comparsa, “Requiebros”. Hay ensayos generales, como de la chirigota infantil “Los bizkingos” o de la comparsa “Pregones”. O los sones de un tango que interpreta una mujer pionera en el carnaval, como es Adela del Moral. Y hasta se puede escuchar a José Antonio Pérez Fernández Habichuela construir con silbidos el pasodoble de “Los cosacos de papas”, chirigota de 1986.
“Es un archivo sonoro muy valioso porque nos permite documentar cómo se construían las agrupaciones”, celebra José Fernández. Los trabajadores del archivo tienen ahora la encomienda de digitalizar todo el contenido de estas cajas que la familia Agüillo preservó con mimo, esmero y cariño. Como el que recibe un baúl lleno de tesoros sin necesidad de mapa. Oro para consumir a golpe de nudillo.
Legado digital: Un canal de Youtube para echar la vista atrás
El Archivo Histórico Municipal ha incorporado ya a su celebrado canal de Youtube algunas de las joyas que incluye la donación de la familia de Agüillo. Por ejemplo, ya se puede escuchar la primigenia versión del pasodoble de la comparsa “Nuestra Andalucía”, de 1977. O el pasodoble a nudillos y silbidos de “Los cosacos de papas”, de 1986. Al mismo tiempo, José Fernández continúa el laborioso trabajo de ir subiendo todo el material audiovisual grabado por la Fundación Gaditana del Carnaval, con imágenes del Concurso oficial de Agrupaciones desde los años ochenta hasta 2013.
Una reciente incorporación es el debut carnavalesco de dos grandes de la fiesta como Tino Tovar y Jesús Bienvenido es la chirigota infantil “Buscando un tipo desesperadamente”, de 1990. Algunos de estos vídeos nunca se habían visto antes de publicarse en este canal. Cada día se suben dos agrupaciones, aunque el Archivo aguarda un nuevo equipo informático que permitirá acelerar en poco tiempo el ritmo de este proceso.