El viernes 23 de febrero daba comienzo la vigésimo octava edición del Festival de Jerez, el milagro de cada año. Y sí, es un milagro porque realmente obtiene unos resultados impecables aunque la inversión pública por parte del Ayuntamiento de la ciudad sea extraordinaria sin contar casi con ayudas de otras administraciones. Cultura y más cultura, flamenco y más flamenco. Es una alegría coincidir cada mes de febrero con aficionados de todo el mundo, cursillistas que vienen a tomar clases de baile con los grandes maestros del momento y eso lo nota cada comercio del centro de Jerez.
En lo artístico, que es en lo que me quiero parar en estas líneas, habría que destacar la presencia de
Sara Baras como reclamo inaugural. La gaditana trajo hasta el Teatro Villamarta su nueva obra
, Vuela, homenaje a Paco de Lucía en el décimo aniversario de su muerte. Sara está en lo más alto, tiene recursos suficientes como para realizar montajes de este tipo en los que no se escatima en nada. Destacar a May Fernández como cantaora en esta propuesta.
El Villamarta ha sido testigo también de la visita de
Fuensanta La Moneta, en una apuesta por su baile más racial, basando su estructura musical en las composiciones e influencias de Mauricio Sotelo. Pero ha sido Joaquín Grilo el verdadero triunfador de las últimas noches con su
Cucharón y paso atrás. El jerezano ha vuelto a dar lo mejor de sí y se consagra como la figura más admirada del momento. Sus bailes son tan suyos que nadie podría copiarlos. Baila como él solo sabe y se deja llevar por el cante de José Valencia y Carmen Grilo para homenajear a los obreros de la mina y los de la fragua, así como a los jornaleros del campo de aquellos años que hasta se jugaban la vida para llevarse un pan a la boca. Pero llega la fiesta y se comparte del lebrillo, se hace la fiesta y el público se pone en pie. La fiesta llegó a trasladarse al
hall del teatro con la gente participando a la par. La noche de
Ana Morales, con
Peculiar, dejó a un público dividido entre los que disfrutaron de su “singularidad” de lenguaje y los que se le hizo algo largo. Es un montaje valiente porque no es del todo fácil de digerir pero cuando Ana baila, al compás del arpa de Ana Crismán o del cante de Tomás de Perrate, emociona.
En otros espacios habría que destacar la presencia de buenos cantaores como
José de los Camarones y
Luis Moneo. El primero de ellos optó por la parte más rockera, más canalla, más alternativa… pero cantando estilos del flamenco. Se rodea de músicos de eléctrica, teclado, batería y por eso él suena rompedor. Se divierte José y nos lo hace pasar de arte en
Tenlo por cuenta. Luis, por su parte, sigue defendiendo el estilo clásico y ortodoxo de su cante, ese que nos hace entender todo y que le da sentido a las raíces. Luis es infalible, imprescindible en esta etapa y por eso lo valoramos como un cantaor de culto. En
Metal Fundío, su nuevo trabajo discográfico, está junto a Juan Manuel Moneo a la guitarra, y nos deleita por soleá, seguiriya, cartagenera y taranta, alegrías, romances y bulerías, entre otros. La bailaora María José Franco participó como artista invitada en tan inolvidable noche en González Byass.
Las guitarras que hemos escuchado en concierto son de nivel altísimo.
Bolita trajo al Festival
Fértil, y
Juan Diego Mateos hizo lo propio con
Una promesa. Los dos vuelven a dar un golpe en la mesa y reivindican con composiciones frescas y llenas de sentido a la guitarra jerezana como referencia universal. Por último habría que detenerse en las peñas flamencas porque han vivido dos momentos históricos.
Luis Montoya y María Reyes abrían el ciclo en Alconchel y Pescaero, respectivamente. Lo fuerte llegaría con
Manuel Monje quien, con apenas once años, levantó al público de la peña Buena Gente con un recital de ocho cantes y una guitarra, la de Manuel Jero, que lo encamino por el mejor destino posible. Os digo que nadie que lo escuchó podrá olvidarlo. Igual pasó con Juan El Moreno, bailaor de la misma edad que fue la apuesta por la Peña Los Cernícalos para esta edición. El hijo de Farruquito mantiene la esencia, la estampa, los reaños de la saga más admirada en el mundo del baile y por eso significó mucho más que un recital. Fue un debut y lo supo defender con los valores inculcados.
El festival sigue su curso, os lo contaremos en próximas entregas.