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Reflexiones desde el sofá

Bofetadas de realidad para comenzar el año

Nos hemos dado cuenta de que nuestros deseos de terminar con este problema a veces van por delante de la realidad

Publicado: 17/01/2022 ·
11:47
· Actualizado: 17/01/2022 · 11:47
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Autor

José Diego Amores Revuelta

José Diego Amores Revuelta es licenciado en Historia y Archivero con influencia petermanesca

Reflexiones desde el sofá

Columnas de opinión que sólo pretenden invitar a la reflexión del lector sobre temas de actualidad

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El año nuevo comienza topándonos con la realidad de siempre, a pesar de los buenos deseos que llovían en el teléfono durante los días previos al fin de año, el 2022 ha comenzado pero yo soy igual de rico, tengo a las mismas gentes que me quieren que en el 2021 y mi salud sigue con los achaques propios de un hipertenso. No me quejo, la verdad que viendo el panorama, yo firmaría muchos años estar como estoy.

Siempre que llegan las fechas navideñas pido para las personas que quiero que los acompañe un estado de salud muy bueno, para ellos y para los que no quiero tanto o desconozco, pues no hay riqueza mayor que la de nuestras vidas. Estamos viviendo una época donde la salud se valora mucho más de manera general ante esta pesadilla que ya va para dos años que se llama pandemia de coronavirus. Nos hemos dado cuenta que nuestros deseos de terminar con este problema a veces van por delante de la realidad, y una bofetada de este virus nos acaba sentando en una cama para pasar una cuarentena y de nuestro optimista estado tras inyectarnos la segunda dosis de la vacuna.

El problema es que esta bofetada de realidad sigue sin calar en los órganos competentes de nuestra Administración, y parece que aún no se han dado cuenta que del presupuesto de nuestros impuestos, necesitamos ahora más que nunca, que se dedique en un alto porcentaje a mejorar el sistema de Salud, de Andalucía y de España.

Hace unos días, hablando con una amiga que acaba de perder a su padre me contaba cómo ha pasado las últimas horas de vida, sin la atención mínima, en su casa y sedado porque el hospital no garantizaba una atención inmediata, una cama y tampoco permitía la compañía de ningún familiar.

Hay países europeos donde se opta por la atención domiciliaria con internos en las viviendas del enfermo para tratarlos como si fuese una habitación de hospital, aquí, sin embargo, se plantea la solución de que los médicos de familia hagan 12 horas al día, abonándole las horas extras de manera más “generosa”.

Se nos olvida que los médicos de familia también tienen familia y son personas como las personas a las que atienden. Tal vez esas horas extras que se les pide se podría solventar con contratos a otros médicos, o dotación de medios para que auxiliares y ATS puedan trabajar en la atención temprana. No lo sé, la verdad es que no soy médico, pero sí soy persona y si a mi me dicen que tengo que estar doce horas seguidas atendiendo a enfermos, ya te garantizo que el primer paciente sería yo.

Desde las administraciones públicas se debe aprender sobre previsión. Es cierto que este problema nadie lo vio venir, pero ya van para dos años y las carencias de ayer siguen permaneciendo hoy por dos cuestiones importantes: la primera, que nuestros deseos de acabar con el COVID-19 son más rápidos que lo que realmente ocurre; y la segunda, la sensación de improvisación constante que dan nuestro gobernantes a la hora de dotar de los servicios necesarios a los profesionales de la sanidad pública.

En definitiva, bofetadas de realidad para comenzar el año nuevo.

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