Un antiguo colega que se estaba haciendo neonazi una vez me mandó una publicación para convencerme de que los nazis eran el camino a seguir. Se titulaba: «Si la II Guerra Mundial la ganaron los buenos, ¿por qué el mundo está mal?» Geopolítica llevada al ámbito de los telepredicadores o, hablando en plata, el mundo de las falacias.
Falsa dicotomía: elegir entre Rusia y la OTAN, con Ucrania por medio. Estamos hablando de estados, no de pueblos hermanos que merecen toda nuestra empatía y solidaridad. Hablamos de estados capaces de iniciar guerras para conquistar el terreno por el que pasa un gaseoducto. Hablamos de espionaje para desestabilizar gobiernos, hackeo de procesos electorales, asesinatos programados con sustancias radioactivas. No hay buenos ni malos, hay fuertes y débiles que quieren amparo de los fuertes. Todas las naciones militarmente fuertes son expansionistas; no hay otro modo. Crecen, como el Imperio Romano, en una compulsión exigida por sus necesidades internas, para dar a su pueblo los recursos que les permitan una calidad de vida que los haga conformes al gobierno actual, conformes al estado.
Las naciones militarmente fuertes nunca son autosuficientes. Siempre extraen recursos de otras naciones, siempre, y necesitan fortalecer sus fronteras fuera de sus fronteras por una mera cuestión física: para asegurarse de atacar al enemigo antes de que llegue a casa, si fuese necesario. Cuando decimos No a la guerra realmente deberíamos decir No a la OTAN, pero, claro, somos una nación militarmente débil en una posición geoestratégica relevante, de las más importantes del mundo, puerta del Mediterráneo y con salida al Atlántico y al Mar del Norte, en contacto con dos continentes y uno de los puntos calientes de la migración africana. El binomio España-Marruecos es crucial, como el de Grecia-Turquía, como la situación de Panamá, puente entre dos océanos. Es decir: se nos permite ser una nación libre, pero no gratis.
Y esto es importante que lo sepamos todos, que entendamos la diferencia entre lo deseable y lo posible. Lo deseable sería que Europa tuviese una postura y una arquitectura militar unificada, independiente de la OTAN y del bloque del este, y que ejerza su responsabilidad mediadora por su pasado colonialista y por su posición central entre mundos. Casi todos los países del globo han sido colonia de algún país europeo. Del pasado no se vive, pero la escuela diplomática y de negociaciones de paz europea, su importancia económica y su capacidad científica son incuestionables.
Lo posible, ahora, es que los grandes bloques no manden a sus jóvenes a matarse en Ucrania. Eso se consigue con negociación, pero, lamentablemente, no se negocia con otros estados expansionistas llevando una baraja de principios éticos, igual que no se le cura la pata a un león si no lo has dormido antes. En Irak no pitábamos nada: nunca hubo armas de destrucción masiva, y el pueblo español dijo No a la guerra. En la frontera de Ucrania hay, realmente, fuerzas rusas desplegadas. Ojalá la respuesta a esa situación fuese tan clara como nuestra voluntad, pero, mientras no lo exija el pueblo ruso y el americano, poco podemos hacer. Así que no hablamos a nuestras tropas, sino a rusos y yanquis, cuando decimos NO A LA GUERRA. Y hablamos a la unión europea cuando exigimos que dejen de ser unos malditos títeres; entonces sí, la solución al conflicto sería que Ucrania formase parte de la Unión Europea.