No es que quiera hacer desde aquí un poco de publicidad para mi libro de cuentos ‘Corazón aventurero de helio’, no; lo que pretendo es ilustrar este artículo. Este libro cuenta la vida de un globo de helio que se escapa del manojo al que se encuentra atado porque está harto de vivir siempre en el mismo lugar y desea conocer el mundo y aprender todo lo que pueda. Un día aprovechó una fuerte ráfaga de viento para escaparse y dedicarse a recorrer diferentes países y en los que en cada uno de ellos vive una aventura distinta.
Para escribirlo, tuve que documentarme sobre los países que el globo personificado visitaba. Una vez llegó a un poblado inuit (ellos prefieren que se les llame así, ya que consideran el nombre de esquimal como despectivo y racista), en el Ártico, en la isla de Baffin, donde fue acogido por una familia que habitaba en un iglú, después de haber sido atropellado por un trineo que iba a toda velocidad tras un ajetreado día de caza. Allí descubrió una manera inusual y ancestral de resolver los conflictos. Se trataba del “duelo cantado”, que consistía en que cuando surgía alguna desavenencia entre dos personas, la manera de resolver el problema era recitarse el uno al otro versos hirientes a ritmo de tambor, ridiculizando a su oponente. Cada uno de ellos cantaba una canción detrás de otra como si se tratara de una pelea de gallos, pero sin tocarse; ganaría el que consiguiera mantener la calma, pero si había empate y ninguno la perdía, sería el público, el resto de miembros de la tribu de la comunidad, quien decidía o proclamaba al ganador. El objetivo de este duelo era mantener el orden interno de la sociedad sin que se cediera a la violencia o hubiera derramamientos de sangre innecesarios. Lo que demuestra que no es necesario recurrir a la fuerza para resolver las discordias, enfrentamientos y luchas. Era la forma que tenían de retarse, en vez de recurrir a las armas o a la justicia (no siempre tan justa). Este método lo utilizaban con todos los delitos, excepto con el asesinato.
Mi admiración hacia los inuit, ya que considero que un pueblo que es capaz de resolver sus problemas de esta manera, es un pueblo muy culto y digno de admirar.
Buena gente los inuit. Esa es la gente que me gusta, la que sabe resolver los problemas sin violencia, además de aquella que es capaz de cultivar sueños hasta que éstos se adueñan de su propia realidad. Me gusta, además, la gente que es ecuánime e imparcial consigo misma y con los demás, la que agradece el hecho de estar viva, la que regala sonrisas y se ofrece para ayudar sin esperar nada a cambio. Agradezco la crítica constructiva de cara a cara, la que no me agravia ni me hiere, porque lo hace con prudencia y sagacidad y me gusta porque ello me hace crecer como persona y mejorar. Me gusta la persona que tiembla y se estremece y no hay que impulsar para que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y lo hace. Las que viven cada minuto ofreciendo lo mejor de ella misma.
Si todos pusiéramos un poco de nuestra parte, se podría conseguir la paz mundial tan necesaria en estos tiempos que vivimos. Seamos un poco como los inuit, aprendamos de ellos y no solamente por su forma de resolver sus problemas, sino por su organización social, porque cuando cazan y pescan, las capturas obtenidas son repartidas entre todos sus miembros y porque consideran que la solidaridad y el cooperativismo son sumamente importantes para sobrevivir. ¡Qué pequeño pueblo tan grande!
No me imagino a Biden, Putin y Zelensky, cantándose versos hirientes, pero deberían hacerlo, no estaría mal...