La ola de calor que sufrimos no es nada casual. Por el contrario, excepto para los negacionistas de la derecha, es resultado del cambio climático ante el que nada o poco se actúa. Y la cosa puede ir a peor.
Y ese es el problema. Llegamos a una situación de pobreza energética en nuestras ciudades por la falta de ingresos o ingresos suficientes de una familiaSus efectos son tremendos. La APDHA ha denunciado estos días como la ola de calor afecta a las cárceles, nada preparadas para hacerle frente, con las consecuencias terribles para las personas presas.
La inmensa mayoría de nuestras viviendas no está preparada para estas olas de calor. Y la previsión es a peor. Igual sucede en muchas partes del país con relación a los inviernos mucho más crudos y fríos que nos esperan.
Son, como decimos, las consecuencias de un cambio climático ante el que no se actúa. Pero es también la imposibilidad que tiene buena parte de la población para poder mantener el hogar a la temperatura adecuada para la vida digna, sea por olas de frío, sea por olas de calor como la actual.
Es lo que se conoce como pobreza energética, que las estadísticas y encuestas señalan que afecta al 11% de la población. Digámoslo en plata: al menos una de cada diez personas se hiela en invierno o se fríe de calor en verano.
Pobreza energética es también no poder afrontar el gasto que supone el recibo de la luz o del agua. Hay barrios enteros en los que viven las personas mas vulnerables, como la Cañada de Madrid, en los que las eléctricas con la complicidad de la comunidad de Madrid mantienen desde hace años sin electricidad, pese a fenómenos como el de Filomena del año pasado.
Y ese es el problema. Llegamos a una situación de pobreza energética en nuestras ciudades por la falta de ingresos o ingresos suficientes de una familia. Y no son pocas.
También sabemos que la eficiencia energética de nuestras viviendas deja mucho que desear. No están construidas pensando en el bienestar de la gente que las habita, sino que se han hecho para el beneficio de constructoras y a veces de lasadministraciones.
Pero, sobre todo, el problema radica en la rapiña de las compañías eléctricas. Son cinco grandes empresas las que controlan la energía de nuestras casas: Endesa, Naturgy (antes Gas Natural). Iberdrola, Repsol y EDP. Ellas controlan el 90% del mercado de la electricidad en nuestro país.
Sus beneficios son indecentes. Verdaderamente escandalosos. Las seis compañías energéticas que forman parte de IBEX 35 han cuadriplicado sus beneficios en 2021. Iberdrola, por ejemplo, ha conseguido los mayores beneficios de su historia: 3.885 millones de euros
Y además actúan y presionan política y judicialmente cuando se les quiere poner algún límite o elevar modestamente los escasos impuestos que pagan.
Todo ello mientras millones de personas no pueden mantener sus viviendas a una temperatura adecuada para vivir, mientras hay viviendas que vuelven al picón de carbón para calentarse en invierno y mientras millones de personas no llegan a fin de mes y prefieren comer a pagar la luz…
Beneficios estratosféricos de unas empresas de rapiña mientras hay centenares de personas que mueren por no poder soportar el calor o por vivir en invierno en unas viviendas congeladas. Estas empresas no solo nos exprimen, sino que en realidad son directamente criminales. Y hay que pararlas.