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Sábado 16/11/2024
 
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Lo que queda del día

Felipe, como Jerry Lee Lewis

Cuando votamos por primera vez, aquel Felipe González distaba mucho del líder mesiánico con que lo concebimos siendo niños. Ahí se abrió la brecha generacional

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  • El expresidente del Gobierno Felipe González interviene en el acto en Sevilla por el 40 aniversario del triunfo de 1982. -

Ha muerto Jerry Lee Lewis, uno de los pioneros del rock. Junto a Elvis Presley, Johnny Cash y Carl Perkins integró una generación prodigiosa de la que también formaron parte Roy Orbison, Little Richard y Buddy Holly, entre otros muchos. Una selección de galácticos de la música popular americana en la que Lewis destacaba por su frenética manera de imprimir ritmo al piano. En aquellos años lo habitual eran las giras en grupo por escenarios de todo el país, y el autor de Great balls of fire coincidió en una de las funciones con Chuck Berry, que era diez años mayor que todos ellos y exigió figurar como cabeza de cartel para cerrar el espectáculo. Lewis, que le precedió, no estaba de acuerdo con aquella decisión, y terminó su actuación prendiéndole fuego a su piano frente a un público enfervorizado. Al cruzarse con Berry entre bambalinas le espetó: “Supera eso”.

Cuando Felipe González culminó ayer su intervención en el acto celebrado en Sevilla para conmemorar los 40 años de la histórica -y hasta ahora irrepetible- victoria del PSOE en las elecciones del 28 de octubre del 82, se dirigió a Pedro Sánchez para invitarlo al escenario. Lo hizo sin excesiva emoción, con un conciso: “Pedro, es tu turno”. Al igual que Jerry Lee Lewis con Chuck Berry, podría haberle dicho: “Supera eso”. No fue necesario. Era evidente que ya había prendido fuego al escenario cuando recordó a Alfonso Guerra. “Trato de buscar y lamento no conseguirlo a este personaje singular que levantaba mi mano en la ventana del Palace, que era Alfonso Guerra”, dijo al inicio de su intervención, para añadir a continuación: “Y lo quiero tener en esta mano”. Y el auditorio se vino abajo.

Fue el propio Guerra el que le contaba este viernes a Ignacio Camacho que en aquella campaña del 82 “le bastaba con una idea para seducir. Era la dicción, el tono, el estilo”. Y ayer le bastó esa referencia para recordar que aquello iba de conmemorar su victoria, no de relanzar la figura del actual presidente del Gobierno, de ahí que, como reflejaba Lucía Méndez en El Mundo, sí aceptara estar presente en el acto, pero sin “entusiasmo”, más como “espectador” que como “protagonista”.

Ignacio Varela, autor del libro Por el cambio, que relata la refundación del PSOE de manos de González hasta su gran victoria electoral, lo reconocía así en ABC: “No hablamos de fastos por un hecho histórico, estamos hablando de fastos de autoexaltación del actual líder del PSOE. El aniversario es un pretexto”. Su trabajo rivaliza estos días en las librerías junto al de Sergio del Molino, Un tal González, un retrato novelado, y estudio psicológico al mismo tiempo, sobre el expresidente, con el que trata de descifrar su influencia social, el impacto de su gestión y los puntos a favor y en contra de sus años al frente del Gobierno, y tras cuya lectura el escritor Javier Cercas ha reseñado: “Hay que acumular una ignorancia apoteósica del pasado para no reconocer que la España moderna nunca había estado tan cerca de serlo”.

Yo apenas tenía diez años cuando se celebraron aquellas elecciones, pero camino del colegio nos cruzábamos a diario con los carteles electorales de aquel octubre y todos, pese a nuestra corta edad, teníamos claro quién era Felipe González y, también, que iba a ser el próximo presidente del Gobierno -“Por el cambio”-, sin necesidad de encuestas, solo a partir de lo que escuchábamos en nuestras casas. Aquellos chavales imberbes, no obstante, nos hicimos mayores a medida que su gobierno entraba en declive, y cuando nos llegó el momento de votar por primera vez, aquel Felipe González distaba mucho del carácter casi mesiánico con que llegamos a concebir al líder socialista siendo niños.

Fue a partir de ahí cuando se agravó una brecha generacional que sí supieron aprovechar otras siglas y que ha ido ampliándose con la llegada de los nuevos partidos, pese a la escasa consistencia de quienes han soñado con, si acaso, acercarse al carisma del Felipe de hace cuarenta años, y mucho menos -incluso dentro del PSOE- igualar los logros que, ahora sí, la perspectiva histórica permite reconocer a quien no se arrugó a la hora de propiciar un cambio necesario a este país.

 

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