Si damos un repaso a la historia comprobaremos cómo la realeza europea usaba hace algún tiempo, no solamente peluca, sino también calzas y tacones altos. Sí, los señores utilizaban tacones porque era un símbolo de masculinidad. Pero lo que no sabemos y creo que tampoco sabían ellos es que esta costumbre fue inventada por los musulmanes. ¿Para qué y por qué? Pues para montar a caballo más rápido y para asegurar los pies en los estribos y darles más tranca. Esto data del siglo X allá por la Persia antigua. Y si volvemos otra vez la vista atrás, los niños de la clase alta eran vestidos como niñas para hacerse fotos (un ejemplo lo podemos ver en el presidente de los EEUU, F. D. Roosevelt). Los colores en la vestimenta de los niños también han cambiado a lo largo de la historia. Hasta el siglo XX todos vestían de blanco y, como en la mayoría de los casos, fue un invento de las comercios de dicho país mencionado antes, que por razones comerciales, introdujeron los colores rosa y celeste como cualidad de géneros. Pero ¡lo que es la historia!: al principio, el color indicativo del género masculino era el rosa y el celeste el indicativo del género femenino, pero por alguna razón o casualidad se cambiaron las tornas y los dueños de los comercios determinaron el rosa para las niñas y el celeste para los varones.
¿Hasta dónde llega nuestra ignorancia y nuestra incultura? No nos preocupamos por saber ni descubrir el origen de las costumbres y nos dejamos llevar por el fanatismo, porque nos dicen que así ha sido desde que se creó el mundo y así nos lo creemos.
Por eso, al igual nos dicen que la ideología de género es un mal reciente que va a destruir a la humanidad y nos lo creemos. Yo misma, hasta hace unos cuantos años creí que era algo peyorativo. Pero no, la ideología de género es tan antigua como las primeras religiones. Y creo que lo importante en este tema es promover una íntegra y proporcionada adaptación de los derechos humanos reclamando que la mayor riqueza del género humano es su diversidad y heterogeneidad, no solamente las diversidades sexuales y de género, sino también las referidas al color de la piel, la cultura, la religión, la condición social y económica...Deberíamos educar en derechos humanos basados en el respeto y la paz. Deberíamos enseñar a convivir respetando la dignidad de cada ser humano, abarcando todo lo que se refiere a la diferencia con el grupo mayoritario.
La sexualidad humana entraña en sí misma diferentes aspectos, tales como los emocionales, médicos, afectivos, anatómicos, biológicos, espirituales, sociológicos, etc...Sin embargo, la discriminación y la violencia contra las poblaciones LGTBIQ están vigentes aún, siguen vivas y causan daño y sufrimiento. Lo vemos en la esfera laboral, en los espacios educativos, en las calles y en los espacios públicos. Sigue habiendo intolerancia y rechazo. Existe una capa de encubrimiento y silencio sobre las personas adultas mayores pertenecientes a dicho colectivo que se enfrentan a una vejez expuesta por el abandono y la soledad. Continúan los crímenes de odio que son encubiertos por una cortina de negación y de inexistencia, al igual que en el mundo de la política o el mundo deportivo. Sin ir más lejos tenemos el tiroteo en Colorado que dejó al menos cinco muertos y veinticinco heridos en una discoteca gay, el pasado domingo 20 de noviembre. Es decir, sigue habiendo exclusión, odio y violencia contra un colectivo que ya es hora de que se les deje vivir tranquilos y en paz. Son personas, ni más ni menos.