Antoine Griezmann es un jugón, como diría el recordado maestro Andrés Montes, pero jugón en el fútbol y en la vida. A Griezmann solo le queda fotografiarse subido a un trapecio, en el circo, como hizo varias veces Ramón Gómez de la Serna, que siempre observó la vida y la literatura como un juego en el que todo podía resolverse con un golpe de ingenio en forma de greguería. “El tráfico es el glóbulo rojo de la circulación”, escribió. Griezmann, uno de los futbolistas más destacados de la selección francesa, subcampeona del mundo en Qatar, jugador del Atlético de Madrid, tiene 31 años pero sobre el verde se empeña en regresar al ámbito de la infancia donde la imaginación es capaz de convertir en risueño cualquier reto complicado. En un partido, hace meses, comenzó a lanzar besos al Cholo Simeone, su valedor y forjador definitivo de su juego, al igual que un crío agradecido puede hacer a la madre que ese día lo ha llevado a jugar con sus amigos y contempla el partido desde la banda en un campo de barrio. La temporada pasada, en el túnel de vestuarios, cuando el Atlético iba a saltar al césped del Metropolitano, todos sus compañeros tenían cogido a un niño de la mano, menos él y, como la fila comenzaba a andar, agarró a Joao Félix, que pasaba distraído con el chándal de suplente, y allí iban Oblak, agarrado a un niño, Koke, con una niña, y Griezmann, cogiendo a un sorprendido Joao, hasta que un operario le acercó a un chiquillo que vestía con orgullo la rojiblanca.
Christopher Dugarry, exjugador francés, lo ha definido como “una mezcla entre Zidane y Platini”. Messi es un tipo que transmite la impresión de que no corre detrás del balón, sino que el balón corre detrás de él. Porque Messi incorporó el realismo mágico al fútbol desde su supremacía en la cancha. MBappé es un portento físico, referencia del fútbol moderno, con una técnica exquisita y la habilidad de leer una jugada con la capacidad de un visionario. Y Griezmann une a su condición de futbolista estratosférico un espíritu de gregario que lo convierte en imprescindible: es la estrella más jornalera. Didier Deschamps, seleccionador francés, ha asegurado que a Griezmann le produce idéntico placer robar un balón que dar un pase decisivo. Impresionante Antoine. La inolvidable Almudena Grandes, colosal escritora, rojaza y ferviente seguidora del Atlético, amaba el fútbol de Griezmann. Un hombre/niño sonriente, completamente alejado del crónico estado de enfado reinante en estos tiempos oscuros en el deporte, la política y la sociedad. Griezmann nunca se arrancará con un “¿qué miras bobo?”. O sí.