Las cuatro cofradías pudieron lucir en toda su plenitud
A diferencia de lo que ocurriera en la jornada del lunes, las cuatro cofradías del Martes Santo se libraron de la lluvia y pudieron ofrecer una interesante amalgama de propuestas marcada por el sabor inconfundible de los barrios del Jerez más añejo y de aquel que surgió hace apenas treinta años.
Precisamente fue allí, en los últimos confines del polígono de San Benito, donde el Martes Santo empezó a escribir su particular historia. La Hermandad de la Clemencia inició su largo itinerario a las cuatro y cuarto de la tarde, volviendo a asombrar a propios y extraños por el grado de madurez alcanzado desde que hace ahora cinco años se estrenara en la Carrera Oficial. El Señor de la Clemencia lució en esta ocasión la túnica bordada que estrenara años atrás con motivo del Vía Crucis de la Unión de Hermandades. Detrás, la Agrupación Musical de la Salud, de Sevilla. El único paso de la cofradía lució un elegante friso de rosas rojas, un exorno que la mayordomía de esta hermandad ha hecho ya tradicional. Eduardo Biedma estuvo al frente de la cuadrilla de costaleros, cuyo trabajo volvió a rayar a gran altura a pesar de que las lluvias registradas la pasada Cuaresma mermaron considerablemente el número de ensayos previsto.
Capuchinos se convirtió en punto de encuentro entre La Clemencia y La Defensión, cuya cruz de guía se echó a la calle cuando aún quedaban en Divina Pastora los aromas inconfundibles de la cofradía de San Benito. La Hermandad de la Defensión recuperó ayer la representación militar que la había caracterizado desde su fundación. Además, presentó como gran novedad el bordado de la caída delantera del palio de la Virgen de la O, una obra de concepción neoclásica.
Francisco Javier Franco y Manuel Jesús Elena ejercieron como capataces de ambos pasos, que estuvieron acompañados respectivamente de la Banda de Cornetas y Tambores de la Caridad y de la Banda de Música Virgen de las Angustias, de Sanlúcar la Mayor. El repertorio de esta última constituyó un auténtico derroche de solemnidad y elegancia.
Si la jornada se había abierto en el Jerez surgido en el último cuarto del siglo XX, las dos cofradías encargadas de cerrarla llegaron desde el corazón de la vieja ciudad amurallada.
La Hermandad del Amor lo hizo desde la collación de San Juan, poniendo su cruz de guía en la calle cuanda aún faltaban quince minutos para las seis de la tarde. Fue la cofradía más pródiga en estrenos, ya que a la finalización de la talla del paso del Señor Cautivo se sumó el bordado del faldón delantero del calvario del Amor y los ropajes de las marías, entre otras piezas. Ese faldón mostró el lema -Deus charitas est- que los cofrades de siempre identifican con la cartela que presidía el frontal del antiguo paso de esta hermandad.
Al mando de las cuadrillas de costaleros estuvieron los hermanos Juan y Manuel Vega. La Agrupación Musical San Juan acompañó al Cautivo y la Banda de Cornetas y Tambores San Juan Evangelista, de Sevilla, al Cristo del Amor.
La Hermandad del Desconsuelo tiene el privilegio de cerrar el Martes Santo. La cofradía no presentó novedad alguna, toda vez que los esfuerzos se centran ahora en restaurar el manto de la dolorosa, lo que propiciará que el próximo año no luzca en la trasera de este paso de palio.
En el martillo de este paso se estrenó Ignacio Soto, mientras que la cuadrilla del paso de misterio estuvo a las órdenes de Francisco Ruiz. La Agrupación Virgen de las Lágrimas, de San Fernando, y la Banda de Música Virgen del Castillo, de Lebrija, acompañaron a los pasos de esta cofradía.